Paidofilia: subproducto inevitable

publicado el 22 de marzo de 2002 en «La Crónica de hoy»
columna: «la ciencia y la calle»

 

En el nuevo Diccionario de la Real Academia Española se lee: "paidofilia. (Del griego pais, paidós, niño, y -filia). f. Atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes". La paidofilia de algunos eclesiásticos, no es un problema de falla individual, como lo sería el de un sacerdote que robara, sino un vicio que, si bien la Iglesia católica condena, siempre lo ha encubierto y, peor aún: sin desearlo ni quererlo, las normas eclesiales lo alientan. Veamos por qué.

Un joven que ha logrado ocultar su homosexualidad y se enfrenta, en la adolescencia, a la presión familiar y social para que busque novia, tiene una fácil vía de escape en el seminario. Nada más por ese hecho sencillo y simple, los seminarios se llenan de jóvenes homosexuales. Pero hay otras razones y son más frívolas, pero no menos pesadas o quizá más todavía. Y es que en adelante tendrán permiso social para traer faldas. Me lo dijo un sacerdote jesuita, homosexual él mismo, pero además suena lógico. Mejor todavía: si llegan a obispos pueden traer encajes y como cardenales son los únicos hombres que usan guantes rojos con anillos de pedrería encima del guante. La sotana de gala, por si fuera poco, tiene larga cola y no se lleva con zapatos, sino con zapatillas de raso del mismo color: como los vestidos de baile.

El año santo de 1975

En diciembre de 1975 me encontraba en Roma y una noche sin nada mejor que hacer, me dirigí a ver la ceremonia de apertura de la Puerta Santa, con la que da inicio un jubileo cada 25 años.

Reinaba por entonces en el trono de san Pedro el papa Paulo VI. La ceremonia fue magnífica, deslumbrante; pero no dejó de producirme sonrisa mordaz el desfile de los cardenales. Detrás de Paulo VI, por el pasillo central de la refulgente basílica de San Pedro, alfombrado de rojo, avanzó una procesión de cardenales. Iban vestidos con sotanas de brocado rojo intenso, escarlata, que, por detrás, se prolongaban en largas colas de un metro o más; luego sobrepelliz de encajes con más de medio metro de ancho, estolas de piel de armiño, los guantes ya descritos: rojos con bordados en oro, anillos sobre los guantes y, al caminar, asomaban las puntitas de unas zapatillas del mismo raso rojo. Yo sé de varios conocidos que robarían a su madre para vestirse así.

Y eso que ya para entonces el buen papa Juan XXIII había mandado a algún rincón de los Museos Vaticanos la llamada "silla gestatoria", que era un trono dorado, montado sobre andas ricamente ornamentadas, que guardias suizos altos y guapos cargaban en hombros con el Papa encima. Yo todavía recuerdo los noticieros del cine Variedades, en Guadalajara, siendo niño, con el papa Pío XII recorriendo en esas andas la plaza de San Pedro. A ambos lados del Papa dos guardias llevan enormes abanicos de plumas de avestruz que habrían sido la envidia de Cleopatra. El buen papa Juan consideró que todo eso era una vergüenza y no lo usó.

Pero quizá el sucesor, Paulo VI, habría querido desempolvarlo y no se atrevió porque tuvo suficiente con cierto escándalo.

El caso de Paulo VI

Resulta que un incisivo periódico francés, Le Canard Enchainé, le dedicó al Papa, a mediados de los años setenta, un número especial. Afirmaba Le Canard que cuando era sólo el cardenal Montini de Milán ya su fama "pederasta" corría de boca en boca. La palabra "pederasta" en francés se aplica a todo homosexual, no sólo al que busca niños, así que mejor traducido decía que el cardenal Montini tenía prácticas homosexuales bien conocidas por todo Milán. La prensa se encendió: unos defendiendo ardorosamente, otros añadiendo datos en el mismo sentido. El asunto alcanzó niveles desagradables cuando algunos caricaturistas y escritores comenzaron a llamar "la Paulette" a quien los católicos llaman "el Santo Padre". El Papa cometió el error de dar respuesta a sus acusadores y fue como echarle gasolina al fuego.

Entre las iglesias cristianas, el celibato obligatorio es exclusivo de la Iglesia católica. Los ortodoxos permiten el matrimonio a los sacerdotes (en griego "sacerdote" se dice "papa" y de ahí el nombre del papa de Roma: el sacerdote de Roma). Pero el papa griego que se casa ya sabe que no podrá ascender en la jerarquía eclesiástica. Tan se casan que el apellido más común, el "González" griego, es "Papadópoulos", que significa, literalmente, "hijo del cura".

La Iglesia cristiana primitiva, antes de las escisiones en católicos romanos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, etcétera, duró más de mil años. En esos primeros mil años no hubo celibato obligatorio y la razón para no imponerlo, aunque se prefería, era evangélica: todos los apóstoles de Jesús, excepto Juan, eran casados. Juan no sólo era soltero, sino el más joven y el preferido de Jesús, según lo describen los Evangelios: S. Juan 21,7: Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro... 21,20: Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús.

El más joven y único soltero

San Pablo recomendaba el celibato, pero insistía en que él, como los apóstoles, tenía derecho a casarse. En el año 306, un concilio regional, el de Elvira, España, decretó que los sacerdotes y obispos, casados o no, debían abstenerse de relaciones sexuales. Con todo, en el año 325 el concilio ecuménico de Nicea no mantuvo esa prohibición. En 1073 subió al trono Gregorio VII, quien sería santo. Como muchos obispos se tomaban el celibato a la ligera, san Gregorio lo volvió más estricto. En el siglo XII los dos concilios Lateranos acabaron con los permisos de matrimonios "con continencia" y declararon que las órdenes sacerdotales eran incompatibles con el matrimonio y viceversa.

Bajo el papa Juan XXIII, el concilio Vaticano II (1962-65) permitió el matrimonio de los diáconos. Quien lo sucedió, Paulo VI, reafirmó el celibato eclesiástico en su encíclica Sacerdotalis Caelibatus. Una ola de sacerdotes abandonó su ministerio para casarse.

David y Jonatán

1.- Samuel

  • 17,42: Y cuando el filisteo [Goliat] miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer.
  • 18,1: Aconteció que cuando él [David] hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán [hijo del rey Saúl] quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo.
  • (Luego Jonatán traiciona a su padre, el rey Saúl, para salvar la vida del joven David): 20,17: Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque le amaba, pues le amaba como a sí mismo.

2.- Samuel

  • 1,26 (Canta David a la muerte de Jonatán):

    Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán,
    Que me fuiste muy dulce.
    Más maravilloso me fue tu amor
    Que el amor de las mujeres.

 

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