Basta de partidos subsidiados

publicado el 14 de enero de 2002 en «La Crónica de hoy»
columna: «la ciencia y la calle»

 

Los mexicanos llegamos a acumular tal desesperación ante las artimañas con las que el PRI se eternizaba en el poder, que estuvimos dispuestos a financiar de nuestros bolsillos la oposición. Si el entonces partido oficial metía las manos constantemente en las arcas de la nación para pagar sus campañas y controlaba los medios por el monopolio del papel y de las concesiones de canales televisivos y frecuencias de radio, si el gobierno priista era a la vez el fiel de la balanza en las elecciones; en fin, si todo el pastel era de ellos, los ciudadanos no podíamos sino apostar por el fortalecimiento de los partidos que no sobrevivían la exposición al aire de la realidad.

Así fue como desde todos los ámbitos de la política nacional se exigió al Estado la protección de los partidos en tanto que organizaciones socialmente necesarias. Los gobiernos priistas, a partir de López Portillo, comenzaron a sentir una culpa que sus antecesores ni siquiera sospechaban: les calaron las constantes acusaciones, las denuncias de fraudes electorales, los insultos callejeros, las críticas en una prensa cada vez más abierta. En resumen, perdieron la inocencia con la que, hasta Echeverría, habían ido por el país tan campantes con la bandera de la Revolución y del quasi–socialismo mexicano. Frente a ellos sólo tenían al PAN, que era, por definición, el partido derrotado por Juárez y Madero (curioso salto histórico, pero así lo predicaban los oradores en cada campaña electoral y así lo repetía buena parte de la prensa): cada derrota de un candidato panista era una nueva derrota de Maximiliano, un mini Cerro de las Campanas.

El nuevo PRI

Pero comenzaron a llegar los presidentes que no comulgaban con ruedas de molino ideológicas. López Portillo se dejó el pelo largo y reconoció valores al pasado movimiento estudiantil del 68; el presidente De la Madrid era tan priista como podía serlo cualquier contador de la Secretaría de Hacienda; Salinas había comenzado por saltarse la cola y siguió con la demolición del “islote intocado”, como definió a México Díaz Ordaz, y de las más queridas tesis del priismo (recuperadas por Cuauhtémoc Cárdenas para el PRD). La modernidad que predicaban hacía imprescindible un régimen democrático basado en partidos auténticos. Fue fácil para estos presidentes aceptar las demandas populares que habrían sido impensables para presidentes anteriores. Ernesto Zedillo había sido un joven estudiante de vocacional cuando las marchas tumultuosas exigían “libertades democráticas”, expresión que resumía el malestar de un pueblo entero, así que no le fue difícil aceptar que las elecciones quedaran por completo fuera del control inexorable del gobierno.

Los partidos políticos, en tanto representación de la diversidad ciudadana, debieron ser protegidos y cuidados en su infancia; pero se han convertido en adultos jóvenes que cuestan 2,671 millones de pesos y, lo que es peor, son fuente de corrupción, pues no hay mejor negocio en el México actual que fundar un partido político y estirar la mano para recibir el subsidio que todos pagamos.

Números

El Instituto Federal Electoral nos cuesta a los mexicanos 5,800 millones de pesos (en cifra redondeada). Si a esa cifra le añadimos los 663 millones del Tribunal Electoral tenemos casi el presupuesto que se lleva la PGR. Una parte de ese enorme gasto es necesario: buenos salarios para consejeros incorruptibles, padrones electorales al día, credenciales infalsificables, equipo de alta tecnología, oficinas para la atención de partidos y ciudadanos. Ni modo, son los costos de la democracia.

Pero de esos 5,800 millones una buena mitad va a parar a los bolsillos de quienes crean partidos, como el de la Sociedad Nacionalista y otras ficciones fáciles de registrar. Para tener acceso a subsidios que van de los cien millones anuales para arriba, basta con llenar la solicitud de registro el mes de enero del año anterior a la elección donde se participará, entregar documentación que acredite un mínimo de siete mil asociados en todo el país, tener un órgano directivo nacional y delegaciones en al menos diez entidades federativas. Cualquiera lo hace y así es como el IFE se ve abrumado por decenas de solicitantes. ¿Piden registro para entrar a la contienda? No, piden que les den una tajada.

Equidad en la campaña

Subsidiar un partido naciente era necesario cuando no había equidad alguna frente a la que llamábamos, con buen símil, la aplanadora priista. Pero hoy día son muchos los controles que garantizan la equidad de las campañas, entre ellos están los topes máximos a los gastos, para que los partidos en el poder no echen mano de ese factor y obtengan, por las buenas o las malas, presupuestos estratosféricos para sus respectivos candidatos; tenemos una reglamentación de los tiempos concedidos en radio y TV a cada partido, franquicias postales y telegráficas para todos, acceso gratuito a radio y TV por 15 minutos mensuales y tiempos extra en periodos electorales. Existe también el recurso de impugnación de resultados ante el Tribunal Electoral.

Las condiciones actuales de competencia garantizan que triunfará en buena ley quien sepa convencer a los votantes con un proyecto bien explicado. Ganó el PRD en Michoacán y nadie le disputa el triunfo. El PAN y el PRI tienen estados ganados con votos y no con fraudes. Algunos gobiernos resultan una decepción y los electores vuelven a los colores previos. Así es la democracia. En Jalisco es muy probable que no vuelva a ganar el PAN si el transporte colectivo no mejora sustancialmente, si los funcionarios se siguen despachando con la cuchara grande mientras no logran meter en cintura ni siquiera a taxistas abusivos, no digamos al hampa que nos ahoga.

Es pues el momento de que dejemos de pagar la manutención de nuestros partidos–hijos y los hagamos enfrentar la vida adulta que consiste en vivir de sus militantes. Hay equidad en las campañas, hay elecciones sin control del gobierno, ¿por qué debemos pagar la sobrevivencia de quienes no consiguen afiliados o no logran cobrarles cuotas a los que ya tienen? Los casi tres mil millones de pesos que el país se ahorraría, buena falta le hacen a la investigación científica.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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