Guerras santas, etc

publicado el 19 de noviembre de 2001 en «La Crónica de hoy»
columna: «la ciencia y la calle»

 

Hemos vuelto a tiempos de cruzadas y "guerras santas": un retroceso de casi mil años para comenzar el tercer milenio, así que conviene hablar de las que precedieron a las actuales.

Con el buen pretexto de que los árabes musulmanes se habían posesionado de Tierra Santa, donde Jesús nació, predicó y murió, los países europeos organizaron expediciones armadas de reconquista. En tiempos de Cristo, la región había pertenecido al Imperio Romano, que la llamó Syria Palestina, esto es, Siria de los filisteos. La transformación de la f en p viene de que los griegos llamaban a la región "Philistía". Ignoro la razón por la que los romanos expresaban la letra fi griega con una ph, si el alfabeto latino tiene la f con el mismo valor fonético. Lo he preguntado hace años a expertos sin obtener respuesta (agradeceré a quien la tenga). Así fue como la Philistía griega pasó a ser la Palestina romana. Luego el Imperio romano, como aprendemos en secundaria, fue subdividido por el emperador Constantino, el primer emperador cristiano, quien fundó en la antigua Bizancio, a la entrada del mar Negro, una segunda capital, a la que llamó, en griego y no en latín, Konstantínou Pólis: la ciudad de Constantino, el nombre se asimiló como Konstantinúpoli, y pasó al español como Constantinopla porque los españoles nunca han sido muy buenos en eso de oír palabras extranjeras. Esta capital oriental, o Nueva Roma, fue inaugurada oficialmente en el año 330 de nuestra era por el propio emperador Constantino. Allí se levantó la que quizá haya sido la última gran edificación del mundo clásico, antes de que se olvidara hasta la buena hechura de una columna: la iglesia de Santa Sofía, que en el nombre lleva la mezcla greco–pagana y romano–cristiana: la sabiduría, venerada por los filósofos paganos, hecha santa cristiana. La cúpula de Santa Sofía no fue igualada hasta el despertar italiano del Renacimiento, mil años después, en la catedral de Florencia.

Cuando, en el siglo VI, Roma cayó definitivamente vencida por las diversas hordas bárbaras, el único poder político y militar sobreviviente en la región del Mediterráneo fue Constantinopla. El Imperio Romano de Oriente, de lengua griega desde su fundación misma, se denominó Imperio Bizantino, por el nombre original de Constantinopla. Bajo su hegemonía quedó Jerusalén y la provincia romana de Palestina. Todo el imperio tenía por religión oficial el cristianismo, si bien no daba al obispo de Roma mayor importancia que a cualquier otro obispo. El sepulcro de Jesús quedó al resguardo de la única potencia cristiana mientras en Europa, de entre los escombros romanos, se gestaban las naciones que hoy conocemos. Pero no por mucho tiempo habría de seguir Jerusalén bajo tutela cristiana.

Nacimiento de Mahoma

Hacia el año 570 de nuestra era, nació en La Meca, Arabia, Abu al–Kasim Mohammad, a quien conocemos, brevemente, como Mahoma porque los españoles cambiaron las vocales de lugar: ao por oa. En lo que luego sería Arabia convivían por entonces el paganismo árabe y el greco–romano con judíos y cristianos. En la infancia, Mahoma perdió ambos padres y pasó al cuidado de su tío. El abuelo había sido un político prominente en La Meca. Hacia los 25 años, Mahoma tomó por esposa a Jadiá (con J de Javier), mujer de unos 40 años. De ella tuvo dos hijos y cuatro hijas, una, Fátima, habría de casarse con Alí, primo de Mahoma y considerado su heredero en el orden divino. Hacia el año 610 de nuestra era, Mahoma tuvo una aparición: el arcángel San Gabriel se presentó diciéndole: "Tú eres el Mensajero de Dios". En árabe "Dios" se dice "Alá", como en inglés se dice "God", pero se trata del mismo Dios de Abraham, de David y de Jesús, según concluyó Mahoma con la buena ayuda de un primo cristiano de Jadiá. Las revelaciones que, a partir de esa aparición de San Gabriel tuvo Mahoma, quedaron escritas y recibieron el nombre de Corán. Pronto hizo discípulos que lo consideraron el último de los profetas, sucesor de Abraham, Jacob, David, Isaías y, por supuesto, de Jesús, quien pasó a ser sólamente el penúltimo profeta. Con sus discípulos, Mahoma creó el rito de postrarse hasta poner la frente en el suelo, para indicar su total rendición ante la voluntad de Dios, y todavía un rito obligatorio musulmán. De la palabra árabe para "rendición" tenemos "Islam" y de su participio "musulmán", el rendido ante Dios. La nueva doctrina prendió. Como le ocurrió a Cristo, los ricos vieron peligros en el mensaje de Mahoma. Comenzaron las persecuciones. Ante un complot para matarlo, Mahoma se refugió en Medina, donde tenía poderosos discípulos. Llegó el 24 de septiembre del año 622. El primer día del año árabe en que la emigración a Medina tuvo lugar, funda la nueva cuenta de los años, Hégira o era islámica. Mahoma rompió con los judíos porque no lo reconocieron como nuevo profeta, se fortaleció asaltando caravanas y pronto tuvo tropas, derrotó a sus enemigos de La Meca y volvió triunfante a esa ciudad. Desde allí unificó a Arabia, región de tribus nómadas antes de él. Los árabes conquistaron Siria y Palestina, luego desde Egipto avanzaron hasta la mitad sur de España. Todo en dos siglos. Los árabes musulmanes rescataron la ciencia griega, tradujeron a Aristóteles, fundaron el álgebra y la óptica. Nos dieron grandes poetas y narraciones maravillosas. También dificultaron el comercio de Europa con la India y China, base de la economía en Venecia y Génova, las potencias de entonces, y de esa manera, sin habérselo propuesto, acabaron siendo los impulsores de los viajes que llevaron a los europeos a descubrir nuevos mundos y a desencadenar, con eso, la hoy irremisible globalización, condenada por los fanáticos de todos los colores e ideologías. A causa de los árabes, la globalización fue de sello europeo. En el año 1095, al celebrarse el concilio de Clermont, hoy sur de Francia, el papa Urbano II llamó a los reyes cristianos a recapturar la tierra de Cristo. Los soldados de tales ejércitos llevaban una gran cruz en la túnica: los cruzados. Los esfuerzos cristianos, ocho oficialmente, pero muchos más, duraron hasta 1270.

Brozo, el literato novedoso

Dije que, con la cabeza bajo la guillotina, apostaría a que buen número de los periodistas escandalizados por la ignorancia del presidente Fox respecto de las letras, tampoco habrían leído a Borges. El e–mail de un amigo lo corrobora al día siguiente: "Para confirmar lo que dices, vi a Brozo burlarse de Fox dándole consejos para su viaje a Buenos Aires: le explicó que Borges: "¿Quién no sabe quién es Borges?, era un novelista argentino". Las novelas de Borges, leídas todas por Brozo de cabo a rabo, vienen de seguro contenidas en el mismo CD que, explicó un suplemento cultural, es de tecnología tan avanzada y maravillosa que "caben las doce sinfonías de Beethoven". El suplemento cultural de Público declaró ayer domingo que son cinco... y tan campante. Ha de ser el mismo CD donde vienen los Conciertos de Brandenburgo, escritos por Mozart, según la experta musical de La Jornada (pista de Marco Levario en etcétera). Gulp. ¿Por qué no nos mudamos de país?

 

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