Quedó resuelto el último problema técnico para que los autos corran con agua: la fotosíntesis artificial hace la separación de la molécula de agua en hidrógeno y oxígeno, el motor consume el hidrógeno y el escape lanza oxígeno puro. En esencia, los motores son iguales, de combustión interna.

El Caltech acaba de presentar una “hoja” artificial que divide la molécula de agua sin más asistencia que luz solar. El Joint Center for Artificial Photosynthesis publicó su invención en el journal Energy and Environmental Science el pasado 24 de agosto. Como catalizador del proceso ya deja el carísimo platino, sustituido por el común níquel que resulta en la mejor catálisis hoy conocida. Y no, no: las grandes transnacionales del auto no ocultarán el invento ni atentarán contra sus creadores: harán autos movidos por agua.

Una belleza: con sol genera protones y electrones, así como oxígeno. Luego recombina las partículas para hacer átomos de hidrógeno.

Hace unos pocos años, ni siquiera 10, causé una tanda de insultos en el sótano de Milenio porque avisé del motor eléctrico en autos futuros. Era, cuando menos ingenuo, cuando más un ignorante de las leyes elementales del capitalismo: los billonarios intereses de compañías petroleras y automotrices jamás permitirían ese cambio, por favorable al ambiente y a la humanidad que pudiera ser. Shell, Ford, Nissan, Mercedes-Benz, Renault..., ¿tenía yo siquiera una sombra de idea acerca de su bloqueo al auto eléctrico? La maldad del capitalismo se interponía entre mis ignorantes predicciones y la realidad.

En ese mismo instante corrían prototipos eléctricos de Ford, Nissan, Mercedes, Renault y otras automotrices en sus pistas de pruebas. Bastaba entrar a Google para verlos correr. Ya están a la venta.

Los críticos del capitalismo se han quedado en una versión moral y, en resumen, cristiana, de los mercados. Si algo ha hecho bien el capitalismo es descubrir novedades que reditúen en productos vendibles e incremento del capital.

Las clases de teoría económica izquierdosas en el CCH Oriente no han llegado a The Wealth of Nations, del escocés Adam Smith (1776): la utilidad de un productor no es preciso arrebatarla a otro si la producción mundial aumenta y las rebanadas del pastel crecen todas.

Un capítulo deslumbrante por su claridad se encuentra en De animales a dioses, de Yuval Harari... sí, claro, judío debía ser, claman en la Asamblea de Barrios. En “El credo capitalista”, expone un ejemplo que aquí no cabe de cómo la humanidad estuvo atrapada por miles de años en la idea de riqueza como bolsa de monedas. El crédito, término que viene de creer, dar fe, hizo un sistema en el que los bancos nos prestan dinero que no tienen. Les creemos y nos creen.

“La economía ha conseguido crecer de forma exponencial a lo largo de la era moderna, únicamente gracias al hecho de que los científicos dan con otro descubrimiento o artilugio cada pocos años”. La exploración de nuevos horizontes condujo a la unificación del mundo y también a nuevas tecnologías. El pastel de la producción cada día ofrece rebanadas mayores. Dejó de ser un juego de suma cero donde, si gano 80, por fuerza alguien perdió 80. Podemos ser dos los que ganemos 80. Logro de la tecnología.

“La idea de progreso se basa en la hipótesis de que si admitimos nuestra ignorancia e invertimos recursos en investigación, las cosas pueden mejorar”. Así hubo descubrimientos geográficos y hallazgos científicos en estos últimos 500 años. Las puertas del Cielo, cerradas por Cristo a los ricos, las abrió Adam Smith, concluye Harari. La riqueza se atesora, es arcón de pirata. El capital, en cambio, se distingue por ser un recurso para la producción, ésta da empleos, el nivel de vida mejora. La idea parece trivial porque hemos crecido con ella, pero es en esencia revolucionaria, “una de las ideas más revolucionarias de la historia humana”.

De ahí que el auto movido por hidrógeno del agua, separado con sol, lo pondrán en el mercado Ford, Nissan y Renault. No un ciudadano de profundas convicciones verdes.

la talacha fue realizada por: eltemibledani