Censura previa... en la UNAM

publicado el 21 de marzo de 2011 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Una de las herencias más enfermas y dañinas que nos dejó el régimen soviético y que aún predican el cubano y venezolano, es que la libertad de expresión termina donde comienzan mis enemigos. Ellos no tienen derecho alguno. Lo cual, recordemos, es exactamente lo que nos estuvieron recetando las autoridades cuando éramos oposición. Nos acusaban de conspirar contra el país, la Patria o algo así de grandioso.

Este 10 de marzo, MILENIO ofrece el motivo por el que un grupo impidió a gritos que Francisco Labastida presentara un proyecto de reforma fiscal en el auditorio de la facultad apropiada para eso: la de Economía. Las "razones" que sostuvo sin avergonzarse José Eduardo Amador, adjunto de asuntos universitarios del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM), fueron que el senador priista "representa al enemigo", el cual tiene que ser derrotado por el sindicato. "Labastida es neoliberal y en el sindicato estamos contra el neoliberalismo. No vamos a permitir que los neoliberales vengan a pasearse a nuestra facultad y como universitarios tenemos la obligación de correr a quienes dañan al pueblo de México", dijo muy orondo. Idéntico al PRI.

Estos hechos en la UNAM comprueban que la perversa semilla cayó en tierra fértil: ahora no pueden ir a hablar a la UNAM quienes no aprueben grupos estudiantiles y sindicato. Censura previa, pues.

Cambie usted el vago e indefinido término "neoliberal" por el muy claro de "comunista" y las mismas palabras nos aplicaban exactamente así en tiempos de la "dictadura perfecta" y la "presidencia imperial" que llegaron hasta el presidente López Portillo (1976-1982), ese 82 tan añorado por los priistas del PRD como el año que marcó el fin de las regímenes "de la Revolución" y que el pueblo transformó en "Robolución". Recordemos la pejista tesis de que el pueblo siempre es bueno y tiene razón. ¿O no siempre?

Los sindicatos independientes, entre los que destacaba el STUNAM, no podíamos marchar ni el 1 de Mayo por el Zócalo porque éramos enemigos de la Patria y dañábamos al pueblo de México. Idéntico.

Ahora que la persecución cambió de orientación, el más viejo PRI reencarna en quienes fueron oposición y hoy son gobiernos. Sólo recordemos que Alejandro Encinas, como jefe de Gobierno del DF, le hacía a Carlos Ahumada, preso, lo que a él no le hizo el régimen de Díaz Ordaz ni el de Echeverría cuando iba a Lecumberri a visitar a su amigo Pablo Gómez sin dificultad alguna.

En 1969 escribí preso Los días y los años, relato del 68, y añadí la agresión, azuzando a los presos comunes, del 1 de enero del 70 sin que brigadas nocturnas entraran a mi celda para llevarse los papeles, nunca tuve necesidad de esconderlos ni menos de reescribir varias veces la narración, como sí debió hacer en Cuba Reynaldo Arenas con su Antes que anochezca. Es decir: señoras y señores: somos mucho peores (rima fatal). Lo afirmo con datos:

Mi manuscrito llevaba dos de las claves que hacen de Tlatelolco un crimen de Estado: la existencia de un batallón llamado Olimpia, que comenzó a disparar desde lo que había sido la tribuna del mitin (el tercer piso del edificio Chihuahua), existencia negada una y otra vez por las autoridades, y, peor aún, el grito que sólo pudimos oír los detenidos allí mismo, en ese tercer piso, y no los compañeros que buscaron salida subiendo escaleras y encerrándose en algún departamento, el grito que demuestra la confusión del operativo: ¡Batallón Olimpia, no disparen!, gritado en coro tirados al suelo del tercer piso.

Cuando Elena Poniatowska se propuso buscar las fuentes directas para su narración del 68, que éramos los dirigentes, no tuvo problema alguno para entrar a Lecumberri y entrevistarnos a todos. Tampoco lo tuvo para sacar mi manuscrito con esas denuncias que derrumbaban la versión oficial. Hacia marzo o abril del 70, llegó a Lecumberri con una guapa mujer, fueron a mi celda y me dijo: Te presento a tu editora. Era Neus Espresate, de ERA. Nadie les prohibió entrar por "dañar al pueblo de México" y ser parte del complot comunista que el presidente Díaz Ordaz había fabricado en su cabeza.

En mayo de 70 Elena dio a luz y por eso ya no pudo volver. Pero había salido esa información letal. Cuando nuestros abogados encontraron las actas ante MP de los heridos del Olimpia, nos los llevaron e hicimos un librote con eso y nuestras declaraciones. No pasó nada. En Lecumberri teníamos más libertad de expresión de la que hoy se permite en la UNAM.

Ideología mata amor: El sol de la tarde (Quimera).

 



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