Cae el telón: Hipatia

publicado el 10 de octubre de 2010 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

Para Anaximandro, nacido en el 611 a. C., los mundos son infinitos y eternos, sin principio ni fin. Lo cual soluciona el problema de la creación. Unos 26 siglos después diría Carl Sagan: Si vamos a terminar por proponer un ser eterno y no creado (Dios), digamos que el universo es eterno y no creado y nos ahorramos un paso. Adelantándose veinticinco siglos a Darwin, Anaximandro sostuvo que, puesto que los humanos no se alimentan por sí mismos en la infancia, debían provenir de otros animales que sí lo hacen y por tanto logran sobrevivir en situaciones donde un humano perece, que todos debieron tener su origen en el agua y posteriormente algunos fueron obligados a vivir en tierra, donde pasaron de una forma corporal a otra, llenando así la tierra con toda su diversidad.

El modelo mecánico del universo, materialista, con sus ruedas y engranes, sin serpientes cósmicas ni batallas entre dioses, habría de durar desde Anaximandro hasta 1916, cuando Einstein publicó su teoría general de la relatividad. Luego sir James Jeans iría más lejos: El universo se parece cada vez menos a un gran mecanismo y cada vez más a un gran pensamiento.

En la isla de Samos nació Pitágoras el año 580 a.C. Nos dio dos palabras aún empleadas en todos los idiomas: "cosmos": mundo organizado, y "filosofía": amistad por la sabiduría. Los pitagóricos veían en las matemáticas la realidad perfecta de la que las apariencias percibidas no son sino un imperfecto reflejo. En él ya está Platón. Para sorpresa de los físicos del siglo XX, el universo comenzó a parecerse más a la descripción de Pitágoras y de Platón que a la muy avanzada, por materialista, de Leucipo y Demócrito, quienes propusieron dos únicos elementos para explicar el universo: vacío y materia, constituida ésta por minúsculos fragmentos indivisibles que por eso llamaron átomos: no dividido, in-dividuo.

Anaxágoras sostuvo que el sol, la luna y las estrellas eran grandes piedras en llamas y en movimiento circular, lo que no está nada mal. Señaló que nuestros sentidos no eran confiables y en consecuencia no podían alcanzar el conocimiento de la verdad. Es ésta la gran duda que permeará toda la filosofía hasta nuestros días: ¿cómo podemos construir un sistema que compruebe si una afirmación cualquiera es cierta o falsa? Es la pregunta de Hilbert, a la que Gödel dio una demostración matemática exacta y desoladora: no podemos.

Aristarco de Samos completó el sistema heliocéntrico, en construcción desde el pitagórico Filolao, dos siglos antes. Eratóstenes midió la circunferencia de nuestro planeta sin otro equipo que dos varas clavadas en tierra y, lo más importante, el equipo intelectual de la geometría de Euclides. Éste es uno de los más bellos momentos del pensamiento humano.

Hacia el 400 de nuestra era, cayó el telón sobre la prodigiosa fiebre de conocimiento despertada en Jonia. Había durado mil años. El intermedio duraría otros mil.

Cae el telón: Hipatia

En el siglo IV d.C., en Alejandría, los cristianos discutían entre sí acerca de la divinidad de Cristo y combatían con mayor ferocidad los restos del paganismo, principalmente la ciencia, nacida mil años antes. Los Juegos Olímpicos fueron abolidos en el año 393 por el emperador romano Teodosio, cristiano, porque se celebraban en honor a Zeus, pero, sobre todo, porque eran culto al cuerpo desnudo, a la belleza, la juventud y la fuerza: el pecado. En Alejandría nació Hipatia (o Hypatia) hacia el año 370. Pronto destacó como filósofa neoplatónica, astrónoma y matemática. Su elocuencia y su extraordinaria belleza eran un atractivo más que le atraía numerosos discípulos y extendía sus enseñanzas.

Hipatia simbolizaba la filosofía y la ciencia, abominaciones paganas para los cristianos en pleno ascenso al poder político. Los teólogos Atanasio y Arrio mantenían posiciones diversas acerca de la naturaleza de Cristo y ambos se denunciaban mutuamente como herejes. El arrianismo era seguido por altos políticos de la ciudad y eso agudizó el conflicto entre el Estado y la Iglesia, que seguía la postura de Atanasio.

Las tensiones entre cristianos de ambos bandos se exacerbaron porque el arrianismo mantenía lazos filosóficos con el neoplatonismo y con el poder civil de la ciudad. San Agustín, introductor de Platón en la escolástica, confiesa entre sus pecados el arrianismo de su juventud y su gusto por los muchachos. Una neoplatónica tan admirada era un peligro.

En el 412 fue proclamado patriarca de Alejandría un furibundo antiarriano, el obispo Cirilo. Una multitud azuzada por Cirilo asaltó el carruaje de la astrónoma y la asesinó arrancándole en vida la carne de sus huesos.

Ese bárbaro martirio cometido por los cristianos produjo la huida de otros científicos y pronto Alejandría declinó como centro de la cultura mediterránea. Un oscuro velo de mil años comenzó a caer sobre el conocimiento y la ciencia. Hipatia es la primera mujer notable en matemáticas. Cirilo es conocido ahora como san Cirilo.

(De lectura en la Casa Clavijero, ITESO).

Sobre el 68: Los días y los años (1971), Otros días, otros años (2008).

 

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