La mecedora de Nancy

publicado el 30 de agosto de 2010 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Era circa 1975. Nancy Cárdenas, directora con brillante carrera en el teatro universitario, tenía un simpático departamento en una zona de la Ciudad de México entonces bonita y tranquila, San José Insurgentes. Un gran fresno subía tan alto como todo el edificio de largos balcones. En su depa, Nancy tenía una mecedora, la típica de madera con respaldo de barrotes y muchos cojines. Bien, pues desde ese púlpito se balanceaba al leernos, cada domingo por la tarde, con lentes bien calados en la punta de la nariz y envuelta en un chal abrigador, el tema gay de la semana. Éramos un pequeño grupo sentado a sus pies, desparramado por el suelo, que escuchaba con atención y respeto textos descubiertos por ella. Uno, titulado El homosexual y su liberación, cuyo autor he injustamente olvidado, creo Weinberger, o algo así, era la base para promover la discusión del tema. El grupo eligió un nombre muy poco original: Gay Liberation Front. Así, en inglés.

Asistíamos esas tardes dominicales Luis Prieto, amigo de Nancy desde sus tiempos de estudiantes y mayor que yo unos 15 años; Braulio Peralta, José Joaquín Blanco, Paco de Hoyos, José Ramón Enríquez y su amigo Bruce Swancey, el pintor Ricardo Regazzoni, Pepe Covarrubias y otra decena que luego fueron semillero de grupos y organizaciones homosexuales, entre ellos Juan Jacobo Hernández, acusado al poco tiempo por Luis y Nancy de romper la unidad del grupo como "agente de Monsiváis". Yo no entendía por qué Carlos habría de complotar en contra de nuestro grupo de "oyentes de Nancy"; pero así era sin réplica y, como estábamos por ahí de 1975, cuando hacía furor El Exorcista, Luis se refería a Carlos como "Asmodeo Monsiváis".

El distanciamiento de Luis y Nancy con Juan Jacobo Hernández vino a partir de que encabezó la oposición a un cierto escrito con el que debíamos ir a volantear en lugares de ligue. Muchos lo considerábamos pasadito de moralina. No existía el sida y todas las enfermedades venéreas tenían curación fácil y barata, así que, no teniendo el control que ejercen las mujeres sobre los heterosexuales, sino a otro hombre que también quiere ya, aquí y ahora, las relaciones sexuales se tenían y se tienen en pocos instantes al resguardo de cualquier árbol o barda. Los maravillosos y descondonados años 70.

Los lugares de ligue en CU fueron superados pronto por "la casita": unos excusados a la mitad de los campos de futbol americano, con mingitorios de un lado y excusados en el otro. Tenía por toda iluminación ventanas altas, horizontales y estrechas, para impedir la vista al interior; así que al atardecer, cuando ya no había prácticas deportivas, pero el lugar seguía abierto, era un "cuarto oscuro" formidable. Por lo mismo, enviamos un comando a repartir por aquellos lares la epístola en llamado al respeto del cuerpo, la búsqueda del amor y la prevención de la enfermedad. El comando salió a cumplir su cometido con cierto disgusto.

Al domingo siguiente dieron cuenta de su misión. Hasta entonces, no comprendió Luis Prieto que el lugar no tenía más iluminación que la solar durante el día. Y nuestro comando moralizador había repartido su volante al anochecer, que era cuando la casita se llenaba. Luis estalló: "¡Pero... cómo! ¡Cómo! ¿No hay luz? ¿No hay luz? ¡Nanza, no hay luz!... ¡Pues creyeron que les estabas pasando papel para que se limpiaran!" Luis era encantador, pero enfurecido era de temer. Nos pendejeó a todos, sobre todo al comandante de la brigada, Juan Jacobo, por no haber aclarado el punto. Respondimos que lo habíamos creído obvio: si se pone bueno es porque está oscuro... La furia de Luis fue in crescendo hasta ponerlo amoratado. Nancy dejó de mecerse, se caló los lentes y nos miró a todos reprobadora y severa. "Cómo era posible que no nos escandalizara el hecho, la existencia de un lugar así", se preguntaba. No sólo eso, algunos habíamos ido, y no a repartir volantes. Pero nos cuidamos de decirlo.

Cuando las autoridades universitarias tomaron cartas en el asunto y cerraron la casita, hasta de día, dejando a los futbolistas sin excusados, ya el daño al grupo estaba hecho y probada la complicidad de Asmodeo Monsiváis en la inmoralidad original con que nacíamos. Se fue Juan Jacobo y fundó otro grupo. Los demás también dejamos de vernos poco a poco y un buen día no hubo tardes dominicales ni mecedora de Nancy.

Estamos cosechando

70 años sin policía.

Mi novela con la atracción entre un preso político (yo) y un preso común: Otros días, otros años (Planeta, 2008).

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

1 animados a opinar:

Yair Mendoza dijo...

A este articulo no le entendi, no me entero de a que viene al caso, ¿paso recientemente algun incidente con la gente que nombra?

Buscar los articulos viejos de LGA en Milenio o en su propia pagina es dificil, aqui en el blog es mas facil.

 

 

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