De cómo caí al abismo

publicado el 19 de julio de 2010 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

¿Un preso político que está contra la salida de presos políticos?, se interrogan quienes creen que secuestrar, atar y bañar en gasolina a policías y funcionarios en Atenco es una objeción de conciencia. Hace años se preguntaban cómo un ex líder estudiantil (yo) estaba contra una huelga estudiantil: la del primer CEU, comandado por Carlos Ímaz. Porque era un movimiento de derecha, dije, por el que los estudiantes de clases media y alta se negaban a aportar un poco para becas de sostenimiento a estudiantes pobres. En fin, hoy comparezco a explicar cómo me sobornó la derecha.

Salí de la cárcel en 71 y pasé un año en Chile. Me sostuve con las ventas de mi relato Los días y los años porque el gobierno de Allende nunca me pudo colocar de barrendero en una oficina pública. Volví y con mis amigos comencé las desveladas de donde saldrían los sindicatos universitarios y una corriente del PSUM, PMS y PRD. Pero vino mi caída: en la huelga del CEU contra la reforma planteada por el rector Jorge Carpizo, con la pena, escribí en apoyo al rector y contra los estudiantes que se oponían a pagar los mismos 200 pesos que yo había pagado y servirían para becas de alimentos.

En 1987, mi partido, el PMS, lanzó a Heberto Castillo de candidato a la Presidencia. Cuando renunció al PRI Cuauhtémoc Cárdenas, traicioné a mi partido al publicar que Heberto debía declinar su candidatura a favor de Cuauhtémoc. Fui increpado por camaradas... Vino la elección del 88 y perdió Cárdenas, o eso dijo Manuel Bartlett porque las elecciones las organizaba la Secretaría de Gobernación, con él al frente. Al poco tiempo, tras el encarcelamiento del jeque petrolero apodado La Quina, vi con asombro a Cárdenas y Bartlett marchando por las calles, de ganchete, para exigir la liberación del criminal. Escribí en La Jornada que iban como Kúkara y Mákara.

Un par de guerrilleros mataron a dos vigilantes de La Jornada que los llamaban para regresarles un bulto de propaganda. El diario enloqueció de felicidad: "¡Una sombra ominosa se cierne sobre la voz de la democracia!", clamó a grandes titulares. Escribí que era una mamada: habrían matado también a uniformados de Novedades: vieron policías y dispararon porque los hace felices sentirse perseguidos (como era el caso de mi diario). Recibí aludes de cartas insultantes. Dos eran de colegas y amigos: Guadalupe Loaeza y Humberto Mussachio me llamaban "tipejo" y más. Tuvieron razón porque hoy nadan en celebridad y ella, enamorada del Peje, en una buena fortuna con sus libros. Yo sigo viviendo de honorarios.

Lo peor fue cuando denuncié que Marcos era un farsante, patán e imbécil. Oh, dios: ¡GdeA contra los indios! No, aclaré, sino contra la ruptura de un acuerdo nacional: No a las armas. Hoy Marcos es una celebridad literaria desde la selva. Yo medio divulgo trabajos ajenos y extranjeros, y nunca cito las brillantes investigaciones mexicanas: me dan güeba.

Tras la crisis del 95, mi Taberna Griega quebró porque, dijeron fans del Sub: "No iremos a comer allí mientras Luis mantenga esas posiciones contra el EZ". Así me ocurrió que no pude pagar la renta de mi depa. Enrollé mis bellos tapetes persas y afganos, y salí a ofrecerlos entre mis amigas de buena posición. No me compraron ni uno.

Cuando López Obrador dio a construir obras por miles de millones, los segundos pisos, sin concurso, y las entregó a la esposa de Carlos Ímaz (aquel del CEU), que es bióloga o astrónoma, dije que la dama no distinguía entre cemento y yeso. De nuevo, fui aplastado por la Historia: lograron hacer secreto por 12 años el precio de los mega arcos triunfales para la marcha de AMLO a la Presidencia. Hoy gastan a manos llenas en sostener varios cientos de casas de campaña por todo el país. Todos sabemos "quén pompó", como decía AMLO cuando se hacía el simpatías.

Y faltaba lo peor: como abyecto neoliberal, he dejado escrito que nuestra leyes consagran el derecho de manifestación, pero ninguna el de bloqueo. Creo que la libertad propia acaba donde impido la libertad del otro, pero eso va contra los derechos de los "movimientos sociales". Así he llegado al abismo...

 



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