La tv en ciencia va al desastre

publicado el 11 de abril de 2010 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

En pos del rating, la televisión que tan magníficos programas de divulgación científica sigue teniendo, es ya un marasmo en donde todos los gatos son pardos y todo es verdad, desde series documentadas como Universo hasta nuevos descubrimientos en las estrellas de la virgen de Guadalupe que, oh milagro, resultan ser el mismo número que los cromosomas humanos. Y por qué parar allí: contemos las aristas de las estrellas y son 666: el número apocalíptico de La Bestia, sello de Satanás, que confirma lo dicho desde el siglo XVI por fray Bernardino de Sahagún: Es muy sospechoso que habiendo tantas casas a Nuestra Señora, los indios vengan desde lejanas tierras a donde estuvo el ídolo de su gentilidad, lo cual parece arte satánica para disimular la idolatría.

En Discovery lo mismo vemos al LHC colisionando protones a casi la velocidad de la luz que a "avistadores" de ovnis. Esas siglas significan "objeto volador no identificado" y yo mismo he visto muchos: de noche paseando al chucho veo al cielo en busca de Orión y encuentro un puntito rojizo que avanza... ¿un avión?, ¿un globo de feria?, ¿un globo con equipo de astrónomos?, ¿un satélite? No lo sé, así que, al no poderlo identificar, es por definición, un ovni. Y ahora resulta que quienes pedimos pruebas sobre la existencia de sirenas, pegasos y marcianos que violan mujeres y hasta a algún hombre, somos "conciencias obtusas que por suerte ya están abandonando su dogmatismo".

Y así los burros hablando de orejas nos piden menos dogmatismo a quienes sólo exigimos pruebas a quien afirma. Por mi parte, estoy convencido de que en el inmenso universo es muy posible que la vida se haya producido en múltiples lugares. Posible sí es. Que haya, no lo sabemos aún. Pero que canales de tv que tuvieron éxito por series maravillosas como El ascenso del hombre, Cosmos, la reciente Universo y muchas otras ahora se hagan eco de, por decir algo, que el número de piedras que forman tal pirámide maya es exactamente el número de protones que hay en un micrómetro cúbico de agua, lo cual demuestra la sabiduría maya o de los extraterrestres que los informaron, hay un salto que nadie con un centímetro de frente debería dar.

El miércoles 7, de madrugada, Discovery pasó un programa sobre volcanes. El narrador nos presentó a un joven científico de Costa Rica que, agárrese, "inventó un aparato llamado espectrómetro de masas, tan maravilloso que hasta la NASA se lo quiere comprar"... ¡gulp! Muchos creíamos que ese instrumento, que permite conocer los elementos químicos de un material, estaba por cumplir el siglo.

La semana santa se prestó a todo, desde investigaciones sobre el Jesús histórico y el gran número de dioses resucitados e hijos de madres vírgenes que dieron, antes de Cristo, las culturas mediterráneas, hasta esa tontería de que la virgen de Guadalupe nos informó, no sabemos para qué, cuántos cromosomas tenemos. Las estrellas, analizadas a la luz infrarroja, fueron pintadas empleando "probablemente tierra natural ocre con hidrato de alúmina. Estos detalles de la pintura fueron añadidos por mano humana mucho tiempo después de que se formó el original. Los rayos solares, las estrellas y la fimbria del manto continuarán deteriorándose con el tiempo". (Callahan y Smith, The Virgin of Guadalupe. An Infrared Study, traducido tendenciosamente como La tilma de Juan Diego, ¿técnica o milagro? Traducción y notas del presbítero Faustino Cervantes. Editorial Alhambra Mexicana, 1981).

El mismo padre Cervantes, promotor entusiasta de la canonización de Juan Diego, señala en una nota que, quienes examinaron la imagen en 1666 declararon que se conserva intacta, menos "en lo sobrepuesto, que algún devoto afecto quiso, por adornar con arte, añadir oro a los rayos del sol y a la luna plata" (subrayados del padre Cervantes).

Esto es, las estrellas ni siquiera son parte del milagro oficial, sino obra de algún pío sacristán posterior a las "apariciones" de las que nadie habló, ni en pro ni en contra, en todo el siglo XVI, hasta el texto de Miguel Sánchez hacia 1648, que, como dijo fray Servando Teresa de Mier otro siglo y pico después, es posible que haya sido el manuscrito de un auto sacramental en honor a fray Juan de Zumárraga... y Sánchez se lo creyó.

Aquí tienen otro descubrimiento, éste mío: la Guadalupana también nos informa del número pi. ¿Cómo? Complete la media luna —ahora negra porque, sabemos desde 1666, fue pintada por un devoto que usó nitrato de plata, base de la fotografía porque se ennegrece con la luz— y forme un círculo completo; baje un diámetro desde la unión de las manos (recortadas, como probó la fotografía infrarroja, para hacerlas más "indias"), luego sume los centímetros cuadrados del manto, divídalos entre las plumas del ángel grosero que le mira los calzones y ¡voilà!, ¡milagro de milagros!: tenemos 3.14159265... con una precisión que no se alcanzó hasta las computadoras del siglo XX.

No mamen, pendejos.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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