Tras el origen de los sexos
El escritor Luis González de Alba presentó su libro Niño o niña. Las diferencias sexuales, un lanzamiento de la editorial Cal y Arena.
Ivabelle Arroyo acompañó a Luis González de Alba en su presentación.
Jesús Alejo — Guadalajara
Varias preguntas han vagado por la mente de Luis González de Alba desde hace 25 años: ¿Por qué en todas las sociedades los hombres tienen las guerras a su cargo? ¿Por qué ricos o pobres producen niños peleoneros y niñas estrictas?
Apenas dos ejemplos de las interrogantes que lo llevaron a reunir información acerca de las diferencias entre los sexos, ante una frase que, seguramente, escuchó en su infancia como algo sagrado: "la mujer no nace, se hace".
De todo lo compilado surgió el libro Niño o niña. Las diferencias sexuales (Cal y Arena, 2006), concebido como una recopilación metódica de experimentos que ha buscado aquellos elementos que marcan las diferencias entre los géneros.
Se trata de una serie de ejemplo para echar por tierra la extendida creencia de que el sexo y la orientación sexual son objeto de elección, lo que de acuerdo con Ivabelle Arroyo, quien se encargó de comentar la publicación, no se ha podido demostrar.
"La mayoría de las investigaciones serias apuntan hacia otra dirección, si bien no se tiene la certeza de que el sexo, los roles y la orientación son exclusivamente determinados fisiológicamente, sí se puede afirmar que a la religión no le falta razón cuando postula que así nos hizo Dios."
Reflexión que ha producido quebrantos de cabeza a sectores políticos, feministas y religiosos, aun cuando lo más importante del libro es que los estudios reunidos muestran que cierto tipo de conductas no siempre son aprendidos, aunque tampoco se puede influir en el género desde el campo de la biología.
Hace tiempo se había demostrado que las hormonas determina conductas, pero eso no había zanjado la cuestión y el divulgador de la ciencia rescata algunas investigaciones que reflejan cómo han fallado al ofrecer resultados sobre la supuesta influencia de la sociedad en la orientación sexual o el género.
La estudiosa estadounidense Margaret Mead, por ejemplo, se fue a vivir un tiempo a la isla de Samoa, donde "descubrió" que las mujeres tenían tantas libertades como los hombres y "podían ser tan agresivas como cualquier macho del Bronx", aunque en realidad sus entrevistadas se divertían con ella:
"La joven Mead ponía los ojos como platos... y hacía a sus informantes preguntas que, a su vez, las inspiraban para la siguiente sesión", recuerda González de Alba.
El autor de títulos como Los días y los años o Agápi Mu, está convencido de que no son los genes, sino la categorización social hace que "elementos neutros, como el uso de la falda o de adornos sea propio de un sexo o del otro."
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