68: cursilería y mentiras

publicado el 06 de octubre de 2008 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

El segundo crimen de Tlatelolco, hoy incruento, es convertir esa fecha en una feria de cursilería y mentiras. Si la marcha es ya propiedad de los vándalos, pues los viejitos no logran imponer orden, la historia alcanza en algunas voces excesos risibles. Veamos algunos aspectos de esta semana en que la TV nos masacró con Tlatelolco.

1. En efecto, el 2 de octubre ocurrió un crimen de Estado, una masacre contra un mitin que ni siquiera interrumpía el tránsito pues se realizó en una plaza cerrada. La presencia del Ejército, hasta si llegó sólo a dispersar, fue injustificada, arbitraria y fuera de la ley. No había motivo para dispersar el mitin; pero, en todo caso, para eso está la policía.

2. La versión original del Estado mexicano, en voz del presidente Díaz Ordaz, aplaudida por el Legislativo (incluido el entusiasta diputado Porfirio Muñoz Ledo) y firmada por el Judicial, se esfumó de la retórica del PRI desde los tiempos del presidente López Portillo. No la sostiene ya nadie. La aparición de las declaraciones, ante el Ministerio Público, de heridos que dijeron ser militares, formar parte del Batallón Olimpia y haber recibido orden de presentarse en ropa civil y con un guante blanco para detener a los líderes estudiantiles, aclara la provocación. Dos de ellos son el teniente Sergio Alejandro Aguilar Lucero y el capitán Ernesto Morales Soto, éste dice que iban al mando de Ernesto Gómez Tagle.

3. Ellos comenzaron los disparos, como vimos los allí presentes. Fui el último en ser puesto contra la pared, en el tercer piso del edificio Chihuahua, tribuna del mitin, por eso los vi disparar. Los vi, también, aterrados de que el Ejército les respondiera con fuego nutrido. En el tiroteo cruzado cayeron heridos y muertos, hay fotografías y nombres. Los nombres están en la lápida levantada en la plaza, obtenidos por una comisión del Congreso con participación de dirigentes del 68, ya diputados por partidos de oposición.

4. Pero la estrafalaria idea, expresada por el entonces profesor Fausto Trejo, de 70 camiones llenos de muertos, no hace ningún bien a la historia porque, cuando a uno lo pescan en una mentira, la duda se extiende a todo. En la plaza no hubo ni 8 ni 10 mil asistentes para llenar esos camiones de cadáveres y "echarlos al mar", como dice. Salió de la plaza la inmensa mayoría, él entre miles porque no era conocido. Se han transmitido imágenes abundantes, puede usted contar: no llegan a 4 mil, la pequeña plaza no está llena ni apretada. Los testimonios de Humberto Mussachio y otros presentes señalan que hubo soldados que ayudaron a manifestantes a salir. Yo también lo supe, ya en la cárcel. Eso niega nuestra primera versión y la intención genocida.

"Es que yo lo vi" no es suficiente... Los vi disparar y lo prueban imágenes en TV. Pero también, la noche del 2, mis amigos, todos sanos y todos libres, escucharon a un testigo que me vio, a mí, muerto con el cráneo destrozado.

5. Es indignante escuchar que en el Campo Militar echaron muertos y heridos a los hornos crematorios, como señala el profesor, ya desde 68 visto con precaución en la Coalición de Maestros encabezada por Heberto Castillo. Y que desde el interior de los hornos se oían los gritos de los asados vivos es una pendejada infinita que sólo hace daño al recuerdo del 68 porque nos presenta como rodeados de imbéciles.

6. Desde la primera asamblea en Filosofía y Letras, yo mismo anuncié al auditorio lleno que el bazukazo contra la puerta de la Preparatoria 1 había producido "muchos" muertos. Nunca pude dar un solo nombre. Ahora nos dice el citado que "nunca pudimos recuperar los cadáveres". No, ni los nombres tampoco. Quizá hubo, lo supusimos sin pruebas porque era "lógico" y nos gustaba la idea, al fin mexicanos. No repitamos lo mismo con las cabezas blancas.

7. Como dirección cometimos errores garrafales que nadie menciona: en agosto recibimos un llamado del secretario de Gobernación, Echeverría, y decidimos no ir. El de Agricultura intentó acercarse y lo rechazamos. Quedarse el 27 de agosto en el Zócalo "a esperar al Presidente" fue una provocación de Sócrates Campos... sí, pero los demás dirigentes no nos opusimos. La gente votó quedarse y no lo hizo, la escasa guardia fue dispersada. "Hubo aplastados por los tanques", decíamos. "Los pedazos de cuerpos los recogían con pala", añade Trejo... Nunca tuvimos un nombre.

Mentiras de unos y melcocha de quien jamás asistió a nada: es el segundo crimen.

 



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