Preguntas inmorales a tres candidatos

publicado en la revista «nexos»
# 232, abril de 1997

 

A unos meses de que los capitalinos elijamos por primera vez desde hace más de medio siglo a nuestro gobernante, los tres candidatos principales y con oportunidades de triunfar cojean del mismo pie: se dirigen exclusivamente a las señoras copetonas (y las hay de todas las clases sociales y en todos los sexos). Al parecer, la inmensa mayoría de los capitalinos, los millones que se toman sin vergüenza unas copas, se llevan una puta, compran una revista o un video porno en los kioskos de periódicos y reniegan por la ley seca establecida para celebrar a Juárez, no tienen derechos. La mayor parte de esta población normal, común y corriente, no se atreve a defender sus gustos y placeres en voz alta. Otros sí lo hacemos y exigimos, además, una definición a los tres candidatos en las áreas de la sexualidad y terrenos aledaños: teatro, cine, vida nocturna, prostitución, pornografía, reglamentos. No todo es el problema de la inseguridad y de la cafrez en el transporte, problemas serios que ya merecen la atención de los candidatos. No son menos serios los mencionados arriba. Con mayor razón cuando no parece haber siquiera la intención de tratarlos, al parecer porque los candidatos a gobernarnos están convencidos de que tomando una posición o la contraria de todas formas perderán a una franja de electores. Lo cual es rigurosamente cierto. Por lo mismo, con habilidad de avestruces, prefieren no tocar sino los temas serios y correctos que se pueden debatir ante las tías, como la inseguridad, el tránsito insoluble, el transporte público o la contaminación.

Las moralidades

Hay autoridades y grupos vecinales que desearían imponer a millones de capitalinos sus horarios para dormir y sus propias concepciones sobre moralidad. En ocasiones tal postura es, al menos, auténtica, y las personas predican con el ejemplo. Pero la mayoría de las veces no es así y se hace gala de virtudes públicas mientras se ocultan vicios privados.

Lo cierto es que existen concepciones encontradas que la legislación debe armonizar. Quien desea dormir debe poder hacerlo, y quien desea desvelarse, también. Los grupos vecinales en ocasiones levantan protestas razonables, pero en otras parece molestarles lo que ocurre tras un muro de ladrillo o se vende en sobre cerrado. Como dice el refrán: les hace daño hasta lo que no se comen... o hasta lo que no se meten.

Un ejemplo de intolerancia: hace unos dos años se abrió un bar sobre Insurgentes, frente a la colonia Roma. Es un bar gay con la modalidad leather, lo cual significa que la clientela va en ropa de malo. No existe una sola casa habitación en varias cuadras a la redonda y el uso de suelo permite todo lo legal en dicha zona. Pero un grupo de damas se enteró de lo que adentro sucedía, se enteró necesariamente de oídas, y dieron en apostarse ante la puerta levantando carteles que exigían la clausura. El bar, por su género, y por lo que efectivamente puede estar ocurriendo en su interior, es particularmente silencioso; comparado con los bares de putas y heterosexuales resulta un convento; pero las damas consiguieron la clausura, sólo temporal, por suerte. Así vemos que algunos temas ni siquiera pueden tratarse en voz mesurada, pues su sola mención horroriza a una minúscula pero ruidosa minoría ciudadana. Es indudable que debemos controlar el escándalo, el volumen de la música que sale a la calle; evitar las dobles filas de autos, casi siempre de diputados, frente a lugares de moda. Pero también es cierto que no serán las prohibiciones absolutas, sino la legislación en torno a los giros conflictivos, y el respeto posterior a dicha legislación, lo que hará una ciudad habitable para quienes piensan de maneras distintas y hasta opuestas.

Prostitución

El ejercicio de la prostitución es un derecho inalienable porque se refiere al uso del propio cuerpo. Es asunto de dos: alguien que compra y alguien que vende. Por lo mismo, como toda operación comercial, debe regularse, pagar impuestos y garantizar condiciones de higiene. Eso y nada más. Por supuesto, al igual que un taller mecánico, no puede establecerse en cualquier parte esa oferta, como tampoco una panadería ni un hospital, así pues la prostitución debe ajustarse a los usos del suelo. Ninguna otra discusión es admisible sin infringir los derechos de dos adultos a relacionarse sexualmente como hayan consentido ambos en hacerlo.

Pornografía

Habíamos visto una sana y abundante proliferación de modelos, femeninos y masculinos, en las portadas de revistas y videos expuestos a la venta, cuando un paradójico reglamento prohibió tales cuerpos, excepto cuando aparecen destrozados bajo las ruedas de un tren o encostalados por un sádico. Sangre sí, sesos desparramados también. Buenos cuerpos, nunca. El derecho de los adultos a ver no puede limitarse más que por el derecho de otros adultos a no ser obligados a ver. Es comprensible el disgusto de la persona que sale a comprar una revista de tejido y se da de bruces con una pareja en pleno acto sexual. Pero, como en el caso del bar relatado arriba, nadie puede exigir que la pornografía no se venda ni en sobres cerrados y con portadas en las que el sexo no aparezca. La pornografía es un derecho de los adultos, derecho de verla y derecho de producirla con modelos mayores de edad y conscientes. No existe argumento alguno para prohibir la exhibición de cine pornográfico a ciudadanos y ciudadanas que deseen verlo en salas cerradas, tras gruesos muros de piedra y pagando por el ingreso.

Ultrarregulación y corrupción

El presidente Zedillo acaba de mencionar los excesos en los reglamentos como fuente de corrupción. Tarde le llegó la noticia. Eso lo sabemos todos los que hemos debido realizar algún trámite para la apertura de un negocio. Podrá el lector no creerlo, pero el primer paso al solicitar una licencia para restorán con venta de bebidas alcohólicas, es presentar los planos originales del centro comercial o edificio donde se pretenda abrir el negocio, así como sus licencias de construcción originales; papeles, todos éstos, ¡que la delegación tiene en sus archivos! Lo primero que uno argumenta es que no construyó nada, simplemente rentó un local en zona donde se permite ese giro. Luego, es posible que el edificio o centro comercial donde el iluso quiera invertir su capital (en vez de tenerlo cómodamente en el banco), tenga 50 años de antigüedad y por tanto quizá los planos ya no existan. El futuro inversionista tiene una súbita iluminación y pide a la autoridad que le certifique los planos existentes en los archivos de la delegación, de manera que pasen por originales. Respuesta: dijo usted que no tenía los planos por ser inquilino... Luego no es usted el dueño... por tanto no puedo admitir su solicitud por no tener usted derecho alguno a solicitar esos documentos. Entonces debe uno buscar al propietario, pedirle que solicite los planos a la delegación y llevar luego la solicitud a la delegación. Entonces la delegación copia y certifica los planos que allí tenía en un archivo, los entrega al inversionista que desea poner un changarro con el dinero que le estaba produciendo buenas utilidades en el banco y acto seguido el inversionista entrega sus planos certificados en la ventanilla que se encuentra a un metro de aquella donde sufrió tres meses o seis o un año, para obtener los planos. Y ése es apenas el punto número uno. Faltan otros treinta.

Y cuando tras año y medio o dos años se obtiene la licencia de funcionamiento, la autoridad ya cambió y una delegada del PAN decide iniciar un programa de revisiones cuyo primer punto es... presentación de los planos originales y licencias de construcción originales, más los planos y licencias de todas las modificaciones realizadas al predio desde que era pirámide. ¿Qué hacer? Cerrar e irse a otro país es una alternativa. Otra es exigir de los candidatos al gobierno del Distrito Federal una respuesta ante tales laberintos y votar en consecuencia.

Los arranques súbitos de moral

Las campañas moralizantes que de cuando en cuando emprenden las autoridades, ¿se deben más a consideraciones momentáneas y discrecionales? ¿Las realizan a instancias de sus esposas? Se afectan derechos ciudadanos cuando una patrulla exige a una persona parada en una esquina que justifique su presencia allí, como ocurre durante dichas campañas. En tales casos debe uno poder responder tranquilamente que no hace nada, que salió a tomar el fresco o que está ligando. En todo el país existe libertad de tránsito, luego la pregunta misma acerca del motivo que nos tiene en la calle cuando la patrulla opina que debíamos dormir, limita la libertad de las personas de forma inadmisible.

Las prohibiciones, por otra parte, ni siquiera se cumplen, y no son sino fuente de corrupción, como bien afirmó el presidente Zedillo: ¿hay algún bar que cierre a la una de la mañana? Si debe hacerlo "porque lo dice el Reglamento", es obvio que se debe cambiar el Reglamento. Una cultura de la tolerancia hará más por la vida ciudadana que la imposición de un solo criterio a una población plural. ¿Alguno de los tres candidatos parece particularmente tolerante? Resulta enojoso, pero al que menos intolerancias se le conocen, quizá por ser desconocido en todos los aspectos, es al candidato del PRI, lo cual podría tentar a los votantes asustados por las ridiculeces del PAN en sus municipios y por la moral panista del cardenismo en Michoacán. Quien decida no votar por el PRI bajo ninguna circunstancia, puede ver en el candidato del PAN una ventaja sobre el candidato del PRD: al menos Carlos Castillo Peraza es fumador y malhablado. A algunos no deja de producirnos simpatía que a una pregunta lépera de una periodista malintencionada haya respondido con una palabra exacta: señorita, ésas son chingaderas; así como produce risa que el gremio más famoso por borracho, malhablado y prepotente, los periodistas, sigan pudorosamente sonrojados por una expresión que al parecer no habían escuchado jamás. Castillo al menos no podrá imponernos el rídiculo reglamento que prohíbe decir groserías. Otra posibilidad para quien no desee más PRI, pero tampoco un cabildo panista legislando sobre el largo legal de la falda, es la de suponer que Cárdenas podría resultar atemperado por un Muñoz Ledo buen bebedor, buen comedor, farandulero e inteligente que habría sido gobernante más confiable, pero que, si no rompe con Cárdenas, puede suavizar esa moral zamorana y protopanista que vemos cernirse sobre la capital con el posible triunfo del PRD.

En fin, también puede ocurrir que los tres candidatos a gobernarnos encuentren estos temas frívolos, opinión muy extendida en la izquierda, la derecha y el centro, sea eso ya lo que sea.

 



Artículo relacionado: publicado en la revista «nexos» # 233, mayo de 1997

No hay preguntas inmorales

Autor: Carlos Castillo Peraza

 

Hace años que sigo con atención y respeto las huellas que a base de talento y sintaxis va dejando Luis González de Alba. En marzo derrochó erudición y capacidad de divulgación en las páginas de Vuelta, donde abordó el tema de “la mente, el cerebro y la física”. Texto deslumbrante para quien de esos asuntos sabe poco, casi nada, como es mi caso. Antes, en Nexos, encontré sus reflexiones en torno de las barbaridades que le recetaron sus profesores de historia, una veta que sentí a cual más próxima. No en balde la vida me puso del lado de quienes han tenido que cargar, como si fuesen culpas propias, las verdades a medias y las mentiras de la historiografía oficial y oficiosa. En ambas ocasiones le hablé al autor para decirle mis felicitaciones y mi gusto.

También he disfrutado de su humor en efímeras tertulias cabe los muros de su taberna, lugar geométrico de la cocina griega y los recuerdos de las ruinas extra-americanas por las que siento más nostalgia. Lo que queda del templo a Poseidón en el Cabo Sounion, el mar que se ve desde esa colina, la tumba de Kazantzakis en Creta, el paisaje azul y blanco de Santorini condimentados con aceitunas negras, aceite de oliva, orégano y queso de cabra vuelve cada vez que Luis aparece entre las mesas y dicta las cátedras que le apetecen.

Pero ahora el amigo -los fax irónicos que me envía de vez en cuando son más sabrosos que su comida- lanza, en Nexos de abril, las que llama “preguntas inmorales” a quienes somos candidatos a la jefatura de gobierno del Distrito Federal. Como además hizo el favor de enviarme el texto antes de publicarlo, creo que estoy obligado a contestar. Espero que con la misma perspicacia y calidad que mi estimado interlocutor.

Lo primero que quiero precisar es que, en el fondo, no hay en el artículo de Luis las preguntas que promete el título bajo el que su texto transcurre. Las interrogaciones que uno imagina aparecerán en alguna parte, no están en ninguna. El autor nos entrega, eso sí, sus propias opiniones en materias tan diversas como la tolerancia, la prostitución, la pornografía, la reglamentitis que irrita al más ecuánime de los hombres y otras más relativas a la eventual frivolidad de tales temas, así como a los temores previsibles de los candidatos a pronunciarse al respecto, vistos los nichos de mercado en que andan los votos deseados.

En cualquier caso, mi opinión es que una verdadera pregunta, ese acto por el cual una persona trata de averiguar lo que otra sabe en torno de algo, no puede ser inmoral. Puede ser indiscreta, molesta, impertinente, inoportuna… Pero no inmoral, si es genuinamente pregunta y no solicitud de glosa a la opinión o al prejuicio propios. Las preguntas por la moral pública no son, no pueden ser inmorales.

Yo comparto con Luis la afirmación relativa a que, en una ciudad, cada quien tiene derecho de dormir en paz si así le place, y a desvelarse tan bélicamente como quiera, si esto no priva a un prójimo de su descanso. Las vigilias desaforadas de los unos deben ser inviolables en la medida que no alteren el sueño de los otros. Legislar en la materia es urgente, como lo señala el autor, pero lo es más que las leyes existentes se respeten en tanto no haya otras, y que las nuevas no pasen a la lista de los preceptos vanos.

Comparto sin matices las aseveraciones de González de Alba en lo que atañe a la prostitución. No es posible prohibirla sin generar una cauda de males sin fin. En mi ciudad natal, un gobernador priista -Loret de Mola- clausuró la zona de tolerancia. Los efectos de la decisión siguen siendo lamentables. Otro gobernador priista -Cuauhtémoc Cárdenas- hizo algo análogo en Michoacán. Ninguno de los seis panistas que han ocupado gubernaturas han hecho algo semejante. Luis tiene asimismo razón cuando añade que la actividad de referencia debe estar sujeta a las normas que rigen actividades comerciales en materia de uso de suelo, higiene e impuestos. Añadiría que lo que sí debería perseguirse es esa forma infame de explotación esclavista que es el lenocinio.

En lo que toca a la pornografía, la fórmula González de Alba me parece impecable: “el derecho de los adultos a ver no puede limitarse más que por el derecho de otros adultos a no ser obligados a ver”. El asunto es de adultos. Incluso en las fotos: no admite este autor que se utilicen modelos menores de edad, ni que se publiquen fotos que los retratados no hayan sabido que se les tomaron.

Por lo que toca a una pregunta, esa sí, de Luis en torno de la “ultrarreglamentación” que inhibe a cualquier aspirante a héroe de la creación de empleos, respondo con el compromiso de llamar al propio autor a que estudie el laberinto y la carrera de obstáculos que ahora es el intento de abrir un negocio, y proponga un procedimiento verdaderamente simple, ágil y definitivo que permita no sólo comenzar a laborar, sino salvarse de los acosos sistemáticos de revisores, inspectores, neoautoridades y demás rémoras. Si González de Alba tiene ya una idea en negro y blanco, bienvenida.

Aprovecho el viaje para comentar los comentarios que desencadenó un artículo mío, publicado en Proceso bajo el título “Reflexiones condoecológicas”, en el que planteaba una pregunta: ¿es posible ser ecologista y partidario del uso de preservativos? Mi interrogación, basada en algunos datos, molestó a los partidarios de la distribución masiva de condones, así como a don Jaime Sánchez Susarrey. El artículo fue juzgado con base no en lo que decía, sino en lo que no decía, y el escritor de marras lo calificó de “artimaña”, es decir, de trampa destinada a engañar. Nadie impugnó las cifras, nadie negó los datos, nadie respondió a la pregunta planteada. Sánchez Susarrey me aplicó a mí los criterios descalificatorios que utilizaron en otra época contra él los militantes de doctrina o inspiración marxista, cuando criticó los regímenes del “socialismo real”. Y una vez descalificado, adujo en mi contra lo que, a su juicio, le faltó a un texto que desde el título hizo saber qué ángulos del tema trataría, y cumplió con tal oferta.

Yo estoy convencido de que la autoridad política tiene como tareas propias el cuidado de la vida humana, la promoción de la justicia social y la garantía de las libertades. No es competencia suya imponer la virtud, y menos la idea de virtud de quienes gobiernan. También creo que, abstinencias y castidades aparte -a las que la autoridad no puede obligar-, el preservativo es barrera efectiva contra el virus conocido como VIH o del sida. Asimismo estoy convencido de que el Estado no puede prohibir su uso, ni podría arrogarse el derecho de obligar a nadie a utilizar éste o algún otro método profiláctico o anticonceptivo. Le compete poner a la disposición de las personas la información suficiente al respecto: eficacia, consecuencias, costos, opciones diferentes, etcétera.

También sostengo que preguntar lo que pregunté es mi derecho, como lo es asimismo escribir del tema desde la perspectiva que escogí hacerlo. Los datos que dan base a mi pregunta, tanto como ésta, pueden ser objetados, refutados, negados, pero no utilizarse para montarme un proceso de intención. Mi pregunta, como las de Luis, no es inmoral. Es pregunta.

González de Alba tiene razón:

Una cultura de la tolerancia hará más por la vida ciudadana que la imposición de un solo criterio a una población plural.

No tengo una frase propia mejor que ésta para expresar lo que pienso.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani
 

 

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