El asalto del pasado

publicado el 05 de noviembre de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

La condena de los "traidores" tiene hoy los bigotes y el aspecto fanfarrón de Gerardo Fernández Noroña, pero ya hay una invención retroactiva que alcanza hasta la dirigencia del movimiento estudiantil del 68. En el lujoso y documentado libro Memorial del 68, Paco Ignacio Taibo fantasea una "derecha" que aquel año buscaba acuerdos "en lo oscurito" y una izquierda que se le oponía con su valiente exigencia de diálogo público.

La misma falacia recorre el tema de Acteal, desbrozado arduamente por Héctor Aguilar Camín. Desde hace diez años nos venden una versión que no todos hemos podido digerir, y según la cual los enfrentamientos de indios opuestos al neozapatismo contra las huestes de Marcos es un asunto que se simplifica en "paramilitares (derecha) asesinan campesinos indígenas (izquierda)". Así queda explicado todo, y ya no necesitamos leer la nota ni enterarnos de los detalles. Mientras un grupo de indios se entregaba al fervor religioso de la oración llegaron "paramilitares" y los asesinaron. Y quien señalara que hubo algo más: una vieja discusión por una mina de arena, el asesinato previo del hijo de un indio no zapatista, comunidades enteras arrojadas de sus tierras por el EZLN, no éramos sino traidores a la causa de quienes llevan 500 años esperando que se les haga justicia.

"¿Y qué tanto esperan?" resultaba también una interrogante propia de gentuza derechista. La respuesta era igualmente sencilla: existe un complot centenario para mantener a los indios sumidos en la pobreza. El complot incluye la perversa decisión de arrancarles sus usos y costumbres milenarios para imponerles una economía capitalista... la que ha hecho prosperar a los agricultores de Sinaloa, a los industriales de Monterrey y a los zapateros de Guadalajara y León. Los motivos para esos actos de maldad contra los indios tampoco podían preguntarse.

Los magníficos reportajes, con nombres, fechas, motivos, confusiones y turbiedades, publicados por Aguilar Camín en los últimos dos números de Nexos, presentan un panorama difícil de resumir en "paramilitares contra luchadores sociales."

La invención, a casi 40 años, de una derecha en el Consejo Nacional de Huelga (CNH), dirección del movimiento estudiantil de 1968, sostiene que buscaba "arreglos en lo oscurito" cuando una valerosa izquierda la paró con el luminoso escudo del "diálogo público". Mentira sobre mentira. En el CNH hubo dos posiciones contrapuestas, ambas de izquierda. De una parte estaba el Politécnico y facultades de la UNAM donde los grupos políticos eran casi inexistentes, como Ingeniería o Veterinaria, lo cual no hacía de "derecha" a sus representantes, algunos de ellos militantes del Partido Comunista; de otra parte estaba el área de Humanidades de la UNAM, donde maoístas, trotskistas, guevaristas y otros grupúsculos, además del proscrito Partido Comunista, veíamos en las movilizaciones una oportunidad que fue resumida "una noche de copas, una noche loca" por Pepe Revueltas en la casa donde nos reuníamos los marineros del Granma con una frase legendaria: "El ataque al cuartel Moncada fue poca cosa comparado con lo que estamos viviendo..."

Pero ambas facciones del CNH cometimos el mismo error e hicimos del diálogo público un corsé que no nos permitió tomar las pocas, pero algunas, muestras de acercamiento intentadas por el gobierno. La idea se implantó simultáneamente con la definición de las famosas seis demandas y nunca la supimos formular en términos con-cre-ti-tos (como decíamos): cómo, cuándo y dónde era público un diálogo. Ojalá y alguien se hubiera atrevido a poner en duda el dogma; pero nadie, jamás, lo hizo.

El primer CEU contra las cuotas en la UNAM, al fin formado por hijos de sesentaiocheros, impuso y logró el diálogo público: allí quedó demostrado lo que era fácil prever: nadie buscaba acuerdos, sino arrancar aplausos del respetable por los ingeniosos insultos y la tonante oratoria. Se alcanzó arreglo en reuniones sin público. Pero ya tenemos acuñada la descalificación: acuerdos "en lo oscurito". Con eso acabamos al enemigo.

Ahora tenemos un PRD metido en la misma camisa de once varas: no reconocer el gobierno del presidente Calderón... pero negociar con él la deuda del DF, pedirle firmas, enviarle nuevas leyes, y llevar adelante todos los intercambios entre poderes que exige la maquinaria cotidiana del país. No sólo repetimos el error, también ajustamos la Historia.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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