Tecos y yunques del PRD

publicado el 03 de septiembre de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

No hay diferencia: los extremos políticos creen justificado imponer sus convicciones. Unos rechazan las minifaldas; otros, al Presidente. Ninguno se apoya en más ley que en la de su palabra y su poder, poco o mucho. En lo esencial son idénticos.

Según números de Ciro Gómez Leyva en días pasados, una abrumadora mayoría de diputados y senadores, 84 por ciento, incluida buena parte del PRD, deseaba llevar adelante la ceremonia del Informe Presidencial sin gritos ni sombrerazos. Sólo 16 por ciento exigía humillar al Presidente. Y según el sentido común, la inmensa mayoría de mujeres y hombres creen tener derecho a vestir y arreglarse de acuerdo a las variables modas. Sólo un funcionario quiso imponer las normas que hace 35 años imperan en la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).

Los secuaces de Bejarano en el PRD y el director de Fomento Deportivo de Guadalajara tienen la plena convicción de que el poder es para imponer las manías y obsesiones propias. Unos no quieren ver a Felipe Calderón, presidente constitucional de México por decisión de los electores y de las instituciones encargadas de revisar la elección. Otros no quiere ver minifaldas, tatuajes, pelo largo ni pantalones vaqueros. Las fotos del director deportivo lo muestran con pelo largo, a mi juicio un greñero. No habría pasado la revisión de la vigilancia en la UAG, lo cual no hace sino comprobar el insidioso trasminado de las malas costumbres hasta en los tecos más puros (tecos, de tecolote, ave rapaz nocturna, se llama a la organización secreta y abiertamente pronazi que dirige la UAG). Hacia 1973, esa universidad mostraba carteles semejantes a los que impuso el director deportivo en sus oficinas: para los hombres se indicaba el máximo largo de la patilla y del bigote, la prohibición de barba, que el pelo no debía tocar el cuello de la camisa, o la campana del pantalón exceder tantos centímetros, etcétera. Otro, con silueta de mujer, indicaba el largo necesario de la falda y otros detalles.

La idea, pues, ya es vieja y no viene del PAN, sino de los tecos que aún lloran en la UAG la muerte de Hitler y la desgracia que eso trajo al mundo. Lo dicen en serio.

Pero las habas del autoritarismo arbitrario se cuecen en todas partes: una estación radiofónica dio noticia de que en el estado de Louisiana, en los muy liberales Estados Unidos, se ha prohibido que los jóvenes lleven el pantalón a la cadera, mostrando (¡qué horror!) el resortito del calzón. La multa es de 600 dólares o cárcel. A la misma prohibición está por sumarse la ciudad de Atlanta.

Es digno de Freud el estudio de quienes resultan turbados por la vista de un resortito con la divisa Calvin Klein, entre otros yo, así como me fascinan los pantalones que dejan las pantorrillas desnudas, a la Mozart, pero sin medias blancas. Esa libertad la ganamos para esta generación quienes nos partimos la madre (y nos la partieron) por llevar el pelo apenas tan largo como hoy se lo deja el censor que dirige Fomento Deportivo. El greñero que se le ve habría sido causal de expulsión en su universidad.

En fin, admiradores de Hitler o de Stalin, que superó al primero en millones de muertos y aún vemos en los mítines amlianos del Zócalo; veneradores de Castro que justifican la persecución de la disidencia allá, y "venereadores" del gorilón Hugo Chávez, a quien ponen ojitos de borrega a medio morir, son idénticos: unos y otros se arrogan la autoridad moral de abrogar nuestros derechos (... quedó bien el empleo de arrogar y abrogar, ¿verdad?) para imponer sus fobias. Las autoridades panistas resolvieron bien la torpeza del empleado menor: que las bonitas usen minifalda y las demás lo piensen dos veces, dijo el gobernador Emilio González. "Yo soy parte (de la junta que gobierna Fomento Deportivo) y no recuerdo haber tocado el tema", dijo el alcalde, Alfonso Petersen.

Pero dije mal: no son iguales yunquistas y bejaranos. Los carteles ya desaparecieron: bastaron unos días de campaña y el asunto abortó. Prueba de que la derecha conserva un mínimo de sensibilidad a la crítica y aún hace contacto con la realidad. Pero la corriente de Bejarano en el PRD sigue siendo, como su nombre lo indica, a pain in the ass para su partido en pleno derrumbe, para el Congreso y para el país. Lo cual prueba algo ya sabido: que es peor creerse el elegido del pueblo, que el elegido de Dios: estos tienen dudas humanas; los primeros, jamás.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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