Tedio

publicado el 13 de agosto de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Hay estupidez que produce tedio: tener que explicar que las enfermedades no las producen brujas ni hechiceros, que no hay marcianos secuestrando humanos para violarlos o que el sida no lo causa la promiscuidad, sino un virus, y que la receta de "abstinencia sexual" ha fracasado en el mundo entero debido a que los santos son santos precisamente por excepcionales.

Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, sostiene que: "El SIDA se da por la promiscuidad, no se da por no usar condones", y se queda muy ufano. "Si una persona le es fiel a su pareja no tiene riesgo de sida". Quizá, si ambos lo son. Y si cumple sus votos de castidad tampoco tiene riesgo. Pero el hecho es que, en el mundo real, la infidelidad existe y la abstinencia sexual es inalcanzable para la enorme mayoría de los jóvenes.

La católica, como todas las religiones cristianas, condena cualquier forma de sexualidad no dirigida a la reproducción. De ahí que fulmine todo tipo de control natal, aun entre esposos castamente fieles: la mujer no puede ligarse las trompas ni después del décimo hijo, ni emplear aparatejos destinados a impedir la fecundación. El esposo no puede emplear una simple bolsita para evitar el embarazo de su legítima esposa... ¿por qué no?

La razón es una y sencilla: porque el cristianismo, desde sus primeros siglos, hizo de la sexualidad una ofensa a Dios. De ahí que el gobernador condene la sexualidad por diversión. O sea toda, aun la más responsable y reproductiva, pues eso es la sexualidad: diversión, placer, placer que compartimos con buena parte de los animales.

En un simpático librito titulado Why is sex fun? (¿Por qué el sexo es divertido?), el autor de Colapso y de Armas, Gérmenes y Acero, Jared Diamond, ofrece una síntesis de cómo evolucionó la sexualidad humana. Sostiene este ganador del premio Pulitzer: "El sexo recreativo y la menopausia fueron tan importantes para que los humanos desarrolláramos el fuego, el lenguaje, el arte y la escritura como lo fue la postura erguida y el cerebro grande." Explicar esto no lo haré aquí porque a Diamond le lleva unas 140 páginas medianas, no muchas, de letra cómoda que, estoy seguro, hasta el gobernador de Jalisco puede leer sin grandes dificultades.

Pero, aun sin recurrir a científicos del calibre de Diamond, todos sabemos que la Iglesia católica prohíbe no sólo las relaciones sexuales fuera del matrimonio, o dentro pero con protecciones contra el embarazo, sino también la masturbación y hasta los pensamientos de tipo sexual. El sexo es malo desde hace dos mil años. Así que revisemos opciones: un joven sano y en plena producción hormonal, con una súbita erección que le impide pensar en otra cosa, no puede masturbarse porque se va al infierno, tampoco puede tener una relación sexual protegida con una amiga (o amigo) porque no tiene acceso a condones, pero le resulta fácil tener una relación desprotegida. La otra es aguantarse. Unos pueden, otros no. Y bien, ¿qué hacemos con los que no pueden? ¿Con los que no recibieron la gracia divina necesaria para resistir al sexo? Y, por último ¿por qué deben resistirlo? ¿Por qué no pueden satisfacerlo?

La respuesta es también sencilla: porque ofenden a Dios. Pero ¿por qué ese dios, hecho a imagen y semejanza de un pueblo de pastores rústicos que vivió en los desiertos de Israel y exigía obediencia ciega al padre, prohíbe usar lo que dio? ¿Por qué es tan vengativo, berrinchudo, celoso y ordena a hermanos matar hermanos, como en Jueces 20?

La razón de que así sea el Dios judeo-cristiano-musulmán, la descubrió, como siempre, un griego. Dijo Xenófanes en el siglo VI a.C.: "Si los caballos y los leones tuvieran manos y dibujaran, los caballos dibujarían a los dioses como caballos y los leones como leones...". ¡Genial! Jamás han recibido las religiones, todas, un madrazo parecido.

Una persona infectada con VIH, el virus causante del sida, que emplea condones en todas y cada una de sus relaciones sexuales, no infecta a nadie más. Por muy promiscua que sea, el condón detiene al agente causal, el virus. Pero los programas de Ricardo Rocha convencieron a mucha gente, aun a gobernadores, de que el problema no es el virus (se llegó a decir que ni siquiera existe, cuando se le ha estudiado molécula a molécula), sino la mala vida de los homosexuales que se dan al sexo promiscuo. Y ya vemos los resultados: la idea le pareció brillante a simples del nivel de este gobernador.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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