¡Qué ansias...!

publicado el 30 de julio de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Nuestra clase política es desesperante. Dan ganas de gritar, como los argentinos: ¡Que se vayan todos! He aquí un par de ejemplos:

1. La nueva reforma fiscal sigue entregando un sistema complejo porque nuestros políticos no logran explicar (no quieren hacerlo) que 10 es menos que 15. La persona que hoy paga 15 por ciento de IVA en zapatos, ropa, renta, servicios y diversiones pagaría sólo 10 por ciento. A cambio pagará en medicinas (que los más pobres no compran porque se atienden en el dispensario, IMSS, y Seguro Popular) y en alimentos. Pregunten a quien paga 4 mil pesos de renta, con 600 de IVA, si no prefiere pagar 400, y si no le bastarían esos 200 que ahorra para pagar el IVA de tortillas y frijoles... y le sobra. Más lo que ahorra en el pantalón, los zapatos, el cine y las palomitas. Pero no. En vez de explicaciones claras para un niño de primaria, nuestros tribunos se colocan corona de espinas y claman que jamás permitirán un 10 por ciento en frijoles... aunque el pobre se ahorre un 5 por ciento en gastos mucho más altos.

Una reforma fiscal correcta busca mayor recaudación, cierto; pero también atraer capitales que se nos van adonde los impuestos no tienen forma de quesillo de Guajaca. Y el aumento en la recaudación se obtiene no sólo facilitando el pago, sino asegurando que todos paguen. Y la única forma descubierta en el mundo entero de que todos paguemos de manera proporcional es cargando el consumo: más paga quien más consume. Quien gana mucho y consume poco, paga poco a Hacienda y su ahorro en gasto capitaliza al país, incrementa la capacidad de préstamo del banco donde ahorra. Es racional, es eficaz y es justa la medida porque quien compra 100 pesos de alimentos, paga 10. Pero nuestros senadores y diputados que hacen súper de 10 mil pesos, con quesos importados, leche deslactosada, jamón jabugo, aceite italiano, chocolates suizos y peras chilenas pagarían 1000 pesos. ¿Ve usted por qué no quieren IVA en alimentos? Les afecta la panza. Véalos defendiendo a los pobres en El Cardenal.

2. En los dos sexenios de gobierno panista en el estado de Jalisco y la ciudad de Guadalajara, sin problemas de oposición en el Congreso local, no se ha construido una sola estación más de Tren Ligero, nuestro Metro. El PRI trazó la cruz que, como el DF, iba a ser el "pie de casa", el primer trazo y también el más difícil por hacerse en el centro de la ciudad. Luego iban a extenderse líneas por toda la zona metropolitana. Se hizo el "pie"... y allí sigue.

A cambio, dejaron crecer una monstruosa red de microbuses que no respetan leyes ni vidas. Los muertos por el transporte público comenzaron a contarse por centenas al año. Entonces nuestros genios les pusieron controles de velocidad y urdieron otras medidas inútiles dejando vivas las dos causas de la peste, dos, que son: a) los choferes reciben un porcentaje por boleto vendido, ergo se arrebatan el pasaje y rebasan no por doble, sino por triple fila; b) a más vueltas reciben más medallas al mérito y aplausos de sus patrones, además de incrementar sus salarios con comisiones.

Ahora la autoridad avisa que los choferes ya no tendrán comisión por boleto... ¡pero se les seguirán contando las vueltas! Quienes no somos adivinos podemos adivinar el resultado: se llevarán colgada del estribo a la viejita que les retrase la vuelta porque pone primero un pie arriba, o abajo en la calle, si baja, y luego el otro, cuando el chofer aconseja saltar.

En todo el mundo civilizado el transporte público trabaja más como un servicio de la ciudad que como un negocio de particulares. De ahí que se llame "público" y no "privado". Por lo mismo tiene escasos márgenes, o ninguno, de utilidad. Mover con eficacia a la población es parte del trabajo que encomendamos al gobierno: el patrón quiere a sus empleados a tiempo y tranquilos, el empleado quiere llegar pronto y de buen humor, además de pagar poco.

Se deben eliminar incentivos para correr, castigar el adelanto al checar una vuelta, y no el retraso. Y luego ya vendrán los psicológicos cursos de cortesía y los bonitos uniformes.

¿No es obvio? No para las autoridades. Y tenemos así una vida cotidiana en la que dejar el coche (cuando se tiene) es una tontería, y tomar el camión, una tortura.

¿Alguien puede imaginarse lo que sería el DF sin el Metro? No parecemos aprender. Y nuestras autoridades van a tomar lecciones a tierras lejanas, cuanto más lejanas, mejor.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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