Cinismo intelectual

publicado el 09 de julio de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

"Un intelectual debe mantenerse alejado del poder. La cercanía con los poderosos destruye. La ronda en torno del príncipe es siempre degradante y a veces mortal", afirma Elena Poniatowska. Y lo sabe por experiencia propia: nadie como ella ha estado en la cercanía del poderoso que, cuando era jefe de gobierno del DF, hizo cuanto quiso por sobre leyes y normas; del pre-candidato presidencial tan poderoso que le daba flojera debatir con Cuauhtémoc Cárdenas por la candidatura del PRD.

Desde Obregón y Calles no ha habido un político más poderoso, por falta de contrapesos, que López Obrador. El Presidente tiene un Congreso respondón; Obrador tuvo un Congreso local sumiso y en un puño, que llegó a la abyección de revocar votaciones unánimes a jalón de orejas del patrón. Como Hugo Chávez en Venezuela, Obrador aplastó los poderes Legislativo y Judicial locales. Y allí estuvo Elena con él, sonriendo, siempre sonriendo.

Nadie como Elena ha invertido su prestigio en el más poderoso de los candidatos, tan seguro de su triunfo arrollador que también le daba flojera debatir con el candidato Calderón. Elena en el Zócalo junto al entonces hombre más poderoso de México, Elena en las fotos con el futuro gabinete presidencial, Elena hecha sonrisas ante el triunfador del desafuero: el poderoso jefe de gobierno que respondía: "Los jueces me hacen lo que el viento a Juárez", ante las acusaciones de pisotear ciudadanos amparados contra abusos de la autoridad; Elena en todas las rondas en torno de aquel príncipe que desvió fondos de Salud (la de los más pobres) y de mantenimiento al drenaje profundo (que no se ve) a sus puentes para automovilistas; rondas, en efecto, siempre degradantes. Cuánta razón tiene Elena. Elena en la coronación del príncipe ante un Zócalo lleno de vasallos que sólo podían gritar "¡sí!", y nada, pero nada más. Elena en tv defendiendo al hombre más poderoso hace un año. Elena resbalando en lugares comunes, en trivialidades y empantanada en floridos arranques por el príncipe.

Es el caso más vergonzoso de cinismo intelectual. La cita la recupera Julio Scherer en La terca memoria, página 213. Y la terca memoria nos trae, una y otra vez a Elena impulsando a López Obrador, tan poderoso que se lo creyó antes de llegar y aún no logra digerir el enojo que trae contra sí mismo. El actual rictus en López Obrador es de furia contra su propia vanidad y su soberbia, las que lo llevaron al abismo. Una de las sirenas que mejor le cantó al oído, que mejor le endulzó la realidad, que más lo infló, fue Elena con su eterna sonrisa, su aire angelical, sus frases no por previsibles menos halagüeñas. Al envanecimiento causado por una corte de intelectuales asombrosamente bien surtida, cuya hada madrina fue y es Elena, debe el antes todopoderoso López, a quien nadie se atrevía a señalarle error ni falta, la derrota que lo tiene abrumado de ira contra sí mismo. "La soberbia es mi pecado favorito", dice el diablo encarnado por Al Pacino al final de El abogado del diablo. Y la gran portadora de soberbia en bandeja intelectual, la gran Circe, Isolda de los brebajes, fue Elena Poniatowska, siempre en el templete al lado del entonces poderoso, el inatacable, el invulnerable, el Indestructible, como se autocalificó en su más fanfarrón alarde machista el poderoso López.

Aunque, pensándolo dos veces... cuando Elena afirma con entera razón: "La cercanía con los poderosos destruye", aparece un inesperado giro, una segunda lectura: la cercanía del pobre señor López con los más poderosos intelectuales de México, bien representados por la poderosa Elena Poniatowska, lo destruyó. Si nomás hay que verlo. Y lo dice todo un cambio de género en el buen remate de Elena: "La ronda en torno de la princesa es siempre degradante y a veces mortal". Para el pobre señor López fue mortal.

Noé López Obrador. Y buscó Noé diez justos para que Dios cancelara la función del Diluvio Universal. Y diez justos no hubo. Entonces buscó tres. Y tres no hubo. Uno, pidió el Señor. Y no hubo un justo. Cayó el Diluvio. Noé López ha buscado diez corruptos que vendieron su alma ciudadana en las casillas del 2 de julio y dieron por buenas actas falseadas. Y diez no encuentra. Busca tres, busca uno, con nombre, apellidos, cantidad recibida. Y no encuentra uno. Pero su gran triunfo es que un tercio de los mexicanos le crean su embuste del fraude sin prueba alguna, por la inercia del pasado.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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