Dar nombre a sentimientos es terapéutico

publicado el 01 de julio de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

Padre Freud tenía razón y las bases de la terapia psicoanalítica se asientan en actividad cerebral recién localizada: verbalizar los sentimientos los hace menos intensos; la tristeza, la ira, el dolor, cuando se expresan, parecen perder intensidad. Eso ya lo sabíamos, pero no el porqué.

Es así porque una vez asociado el sentimiento a un nombre, la repuesta de la amígdala, núcleo similar a una almendra en el interior del cerebro donde las emociones se integran, disminuye, según investigación de Matthew Lieberman en la Universidad de California en Los Ángeles. Cuando vemos la fotografía de una cara enojada o atemorizada, se incrementa la actividad en la amígdala cerebral. Esa actividad sirve de alarma para precipitar una cascada de sistemas biológicos que buscarán protegernos de peligros. Los investigadores encontraron que, aun si la presentación de la imagen se hace a velocidad tan grande que no permita a la persona verla, es de cualquier forma suficiente para desatar una fuerte actividad de la amígdala. Esto es: aunque no sepamos el motivo, pues no "vimos" nada, nos surge una emoción. Es lo que se llama presentación subliminal: por abajo del umbral de percepción.

Pero, ¿llamar "cara de enojo" a una cara de enojo cambia nuestra respuesta cerebral? Sí, es la respuesta afirmativa de Lieberman, y va acorde con lo que todos sentimos al simplemente hablar de emociones con un amigo. El estudio, publicado en el último número de Psychological Science, muestra que, si bien al dar nombre a un sentimiento la actividad cerebral disminuye en la amígdala, a la vez se incrementa en otra región, que es la corteza prefrontal ventrolateral derecha, área ubicada detrás de la frente y del ojo, asociada con pensar en palabras acerca de experiencias emocionales. E implicada también cuando se inhiben conductas y procesan emociones.

Recordemos que el cerebro está formado por dos grandes hemisferios, derecho e izquierdo, unidos hacia la base por una gruesa estructura llamada cuerpo calloso. Cada hemisferio posee funciones especializadas. El lenguaje se procesa en el hemisferio izquierdo, pero el efecto mencionado por Lieberman se ha observado en el derecho. Resulta inusual no nada más por esa lateralización, sino por mostrar "que una sola región del cerebro se haga responsable de un proceso de alto nivel, como es el de etiquetar emociones," dice Lieberman.

Muchas personas no reconocen que poner los sentimientos en palabras sea útil. "Si le preguntamos a personas profundamente tristes por qué escribe un diario íntimo, no es probable que respondan ‘porque me hace sentir mejor’. No es una actividad realizada intencionalmente para superar sus sentimiento negativos; sólo parece tener ese efecto."

En el estudio de Lieberman participaron 18 mujeres y 12 hombres entre los 18 y 36 años. Vieron imágenes de personas con diversas expresiones emocionales. Debajo había dos palabras, unas eran tales como "enojado" o "temeroso". Debían elegir cual emoción describía el rostro. O bien eran dos nombres, como "Harry" y "Sally", y debían elegir el nombre que le iba al rostro según su género. Mientras tanto, el equipo observó la actividad cerebral por medio de resonancia magnética funcional.

El resultado fue que al asignar la palabra "enojado" a la imagen con esa expresión, había una menor respuesta de la amígdala cerebral; si era el nombre "Harry" no había tal reducción en la respuesta.

"Cuando pones los sentimientos en palabras, activas la región prefrontal y reduces la respuesta de la amígdala," dice Lieberman. "De la misma forma en que pisas el freno al ir manejando y ver una luz amarilla, así cuando pones tus sentimientos en palabras pareces pisar los frenos de tus respuestas emocionales." El resultado es un individuo menos enojado o menos triste. "Es sabiduría antigua", comenta Lieberman. Si un amigo está triste y lo ayudamos a hablar, quizá pueda sentirse mejor; es común decir que "trabaja" su tristeza; pues bien: trabaja la corteza cerebral prefrontal ventrolateral derecha. Un beneficio de la terapia podría ser fortalecer esta región cerebral. Si la terapia produce allí cambios fisiológicos es algo que Lieberman estudia con Michelle Craske y sus colegas.

Las técnicas budistas de meditación, con 2 mil 500 años de antigüedad, consiguen un efecto similar al dejar fluir las emociones y etiquetarlas: "estoy sintiendo enojo ahora mismo", o "esto es gozo", señala David Creswell, autor de otro estudio publicado en el próximo número de Psychosomatic Medicine. La bases neurológicas de esas técnicas milenarias son las descubiertas por Lieberman.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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