El analista analizado

publicado el 30 de junio de 1997 en «La Jornada»
columna: «la ciencia en la calle»

 

Una historia de Sagan

La siguiente narración aparece en el último libro de Carl Sagan, The Demon-Haunted World, y resulta particularmente iluminadora de la relación psicoanalista-paciente. Este es un resumen. Un psicoanalista llamado Robert Lindner fue llamado al Laboratorio Nacional de Los Alamos (en donde se fabricaban las bombas atómicas, se recordará), para tratar a un joven y brillante físico nuclear cuyas fantasías comenzaban a interferir con su trabajo secreto. El físico, démosle el seudónimo de Kirk Allen, tenía otra vida además de aquélla en la que hacía armas atómicas: en el lejano futuro, confió a sus colegas, había piloteado o pilotearía --los tiempos verbales se revuelven un poco-- naves interestelares. Gozaba relatando sus aventuras entre planetas de otras estrellas. Pero no sólo "recordaba" esa otra vida, también podía entrar en ella a su albedrío. Pensando de la manera correcta, podía transportarse a través de los siglos y de los años luz. Sagan conoció esta historia por un libro escrito en 1954 por el propio psicoanalista, Robert Lindner: The Fifty-Minute Hour, La Hora de Cincuenta Minutos, que es la duración de la hora en psicoanálisis.

12,000 páginas

Lindner lo encontró inteligente, sensible, agradable, educado y perfectamente capaz de lidiar con los asuntos humanos cotidianos. Había escrito 12 mil páginas sobre sus experiencias en el futuro y docenas de tratados sobre geografía, política, arquitectura, astronomía, geología, genealogía, y ecología de planetas en otras estrellas. Algunos títulos eran: "El Desarrollo Cerebral Unico en los Chrystópedos de Srom Norba X", "Historia del Instituto Científico Intergaláctico", "Culto al Fuego y Sacrificio en Srom Sodrat II." Nada de esto afectaba su eficacia en el Laboratorio Nacional de Los Alamos, donde era considerado un físico de primera clase. El único problema era que, al recordar su excitante vida entre las estrellas, Allen se encontraba un tanto aburrido con su vida en la Tierra, aun si su trabajo consistía en construir armas atómicas en el mayor secreto. Regañado por sus superiores a causa de sus frecuentes distracciones, se disculpó y prometió tratar de pasar más tiempo en este planeta. Entonces buscaron a Lindner.

Nueva técnica

Siendo intelectualmente formidable, Allen no parecía retroceder ni un centímetro ante la técnica psiquiátrica de Lindner. Cuando todo había fallado, éste intentó algo diferente: Trató de evitar que Allen se sintiera como un posible psicótico. En vez de eso, porque tanto su temperamento como su entrenamiento eran científicos, Lindner buscó capitalizar un elemento de la carrera científica: la curiosidad de Allen. En un súbito rapto de inspiración se le hizo claro que, para separar a Allen de su locura, era necesario entrar a su fantasía y, desde esa posición, arrancarlo de la psicosis. Así que el analista comenzó a señalar ciertas contradicciones que encontraba en las 12 mil páginas escritas por Allen acerca de su vida en las estrellas.

Allen volvía a cada sesión con un documento perfectamente escrito donde aclaraba las dudas de su psicoanalista. Entonces comenzó a ocurrir algo extraño...

¿Y si fuera cierto?

Lindner se encontró a sí mismo esperando ansiosamente la siguiente sesión para volver a caer cautivo con la visión de abundante vida inteligente en la galaxia. "Los materiales provenientes de la psicosis de Kirk y el talón de Aquiles de mi personalidad se encontraron y mezclaron como los engranes de un reloj." El psicoanalista se volvió un co-conspirador en las fantasías de su paciente. Comenzó a rechazar explicaciones psicológicas para la historia de Kirk Allen. ¿Y si realmente fuera todo cierto? "A una velocidad asombrosa, áreas más y más grandes de mi mente fueron siendo tomadas por la fantasía... con la embrollante asistencia de Kirk estuve tomando parte en aventuras cósmicas, compartiendo la excitación de esa arrolladora extravaganza que él había maquinado." Entonces ocurrió algo todavía más extraño...

La disculpa

Preocupado por el bienestar de su terapeuta, y demostrando admirables reservas de valor e integridad... Kirk Allen confesó: Él había construido todo el asunto. Las raíces de sus fantasías iban hasta su infancia solitaria y sus infortunadas relaciones con las mujeres.

Había sombreado y luego olvidado los límites entre la realidad y la imaginación. Llenar con detalles plausibles y bordar una rica tapicería acerca de otros mundos había sido desafiante y excitante.

Lo sentía por Lindner. "¿Pero, por qué?", preguntó el terapeuta, "¿por qué fingiste? ¿Por qué me seguiste contando...?" Entonces la respuesta de Kirk Allen fue sencilla: "Porque sentí que debía hacerlo. Porque sentí que deseabas que lo hiciera." Lindner explica: "Kirk y yo intercambiamos roles.

 

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