Calderón Presidente

publicado el 21 de mayo de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

En Calderón Presidente, Jorge Fernández Menéndez nos entrega un emocionante resumen de "la lucha por el poder", subtítulo de su libro: el forcejeo que conmovió a México del 2 de julio al 1 de diciembre de 2006. Ni siquiera el descarado sabotaje de su "editor", Grijalbo, alcanza a relajar la tensión que va de "La noche de un día agitado" a la sorpresiva toma de posesión del Presidente electo. A los mexicanos desmemoriados Fernández Menéndez nos ofrece, en 300 páginas, un condensado de la crisis iniciada por la mala fe del candidato perdedor y su nunca comprobado fraude.

Con datos y opiniones sustentadas, el autor nos recuerda que el 2 de julio "la elección fue limpia, sin conflictos graves, sólo fueron nueve las casillas que no pudieron instalarse; jamás en la historia electoral del país hubo tantas casillas cubiertas con representantes de la mayoría de los partidos." No hubo impugnaciones serias durante el día, ni siquiera por parte de quienes representaban al PRD, porque no hubo nada serio que impugnar. Ya luego, ante la inesperada derrota, Andrés Manuel López Obrador arrojaría baldes de lodo hasta sobre sus miles de representantes voluntarios, acusándolos de haber firmado las actas del recuento voto por voto y casilla por casilla, efectuado la noche de la elección, porque se habían vendido. A la infame acusación no siguieron las pruebas. Pero es la tradición de ese personaje: el golpe que ya nadie quita.

Una somera revisión de los meses anteriores nos ofrece el panorama donde ya se pintaba la posible derrota de quien se había autoproclamado "indestructible": el 26 de abril de 2006, el todavía candidato Felipe Calderón cita encuestas: todas reflejan que su campaña está subiendo "y todas, incluyendo las del propio Andrés Manuel, que él está cayendo rápidamente. En la que menos, ha perdido cuatro puntos. Y también todas están reflejando que la elección se está cerrando entre él y yo." El Peje no toma providencias, no escucha a nadie, las encuestas están "cuchareadas" (y al menos yo nunca había oído el término, pero lo entiendo por el contexto), su gobierno en el DF no cometió errores aunque, sigue Calderón, "la deuda del DF pasó de 16 mil millones de pesos a 44 mil millones de pesos durante los gobiernos perredistas." Andrés Manuel le dejó a cada familia del DF una deuda de 23 mil pesos sin jamás pedir permiso, concluye.

Pero lo esencial en Calderón Presidente son los hechos posteriores a la elección y el paulatino derrumbe de un liderazgo que parecía a prueba de videoescándalos, de muestras de corrupción y de abiertos desacatos a la ley. La encuesta divulgada por Ulises Beltrán y Asociados el 11 de septiembre "no dejaba lugar a dudas y exhibía datos demoledores": sólo 7 por ciento apoyaba la llamada resistencia civil, apenas el 5 por ciento apoyaba los plantones en el Centro Histórico y Reforma, el 86 por ciento estuvo en desacuerdo con la toma de la tribuna para impedir el Informe. Mientras casi un 35 por ciento votó por López Obrador, "hoy sólo votaría por él un 18 por ciento."

Una encuesta mide con una muestra la opinión de una población completa y el 71 por ciento percibe a López Obrador "fuera de sí", 76 por ciento "desesperado". Comenta el autor: "Pocas veces se había visto un derrumbe político tan espectacular en apenas dos meses". Y lo dice con extremado tacto: yo no recuerdo ninguna, en ninguna parte del mundo.

Así llegamos hasta el intento, última carta, por impedir a la fuerza la toma de posesión del Presidente electo. El PRD cierra puertas de la Cámara de Diputados y las atranca por dentro con pilas de curules, emplea para eso gente de sus pandillas, como revelaron las fotografías. López Obrador mantiene un mitin desairado en el Zócalo y cancela su marcha. Felipe Calderón aparece en plena tribuna, como caído del cielo, y rinde su obligada protesta: concluyen 300 páginas de narración intensa, documentada con datos y cifras.

Grigalbo

Indigna por eso mismo que los "editores" lancen misiles a la línea de flotación del texto. Hay erratas y hay actos perversos: una cosa es que se pierda una coma necesaria, se vaya un "pude" en vez de "puede" y otra que se vaya "u?ltimo", "había instalado instaló", "no recuerdaba", etcétera. Si algunas escaparon al autor, recordemos que Fernández Menéndez escribe a diario y conduce varios programas, ¿no está su editor para cuidarlo? Sí, pero Grijalbo es ya una imprenta, y mala.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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