Hijo de dinosaurio...

publicado el 16 de junio de 2003 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

El representante republicano Cass Ballenger propuso a México un acuerdo migratorio a cambio de permitir la inversión en Pemex. Léase bien: no dijo "a cambio de Pemex"; pide que se permita lo que a Pemex le urge: inversión. Suena semejante a "te regalo una casa a cambio de que también me aceptes un auto".

Pemex exporta petróleo crudo, sujeto a los vaivenes de los mercados o, lo que es lo mismo, a la poca o mucha compra que deseen hacer los países industrializados. Después importa de esos países, a precios fijos (y caros), productos petroquímicos de alta tecnología. Pemex podría fabricarlos aquí, evitar esas importaciones y, todavía mejor, dar empleo a millares de mexicanos, si construyera las plantas necesarias. No lo hace por falta de liquidez y, en ocasiones, de la tecnología de punta resguardada por patentes internacionales.

Pero, por suerte, nuestros representantes populares ya se disponen a defendernos y evitar que nos regalen el auto. Quieren acuerdo migratorio, pero exigen, a cambio, que México siga exportando crudo barato, como cualquier país árabe de jeques ricos y multitudes harapientas. ¿No somos precisamente eso?

Nuestros diputados y senadores pueden evitar la multimillonaria inversión que nos daría el nivel de Texas porque ellos de cualquier manera tienen asegurados sus altos salarios, los más altos del país si atendemos a los pocos días laborados al año. Así pues, con escudos de águilas y serpientes detendrán la derrama de dólares ofrecida.

¿Por qué Texas es uno de los estados más ricos de los Estados Unidos? Porque tiene petróleo es la respuesta fácil. Pero es parcialmente falsa, pues también Tabasco, Veracruz y Campeche poseen yacimientos que nos hacen una de las seis potencias productoras mundiales y ninguno de esos estados tiene, ni por asomo, el nivel de vida texano. Así es porque nuestros representantes, primero los del PRI y ahora también los de su hijo maltratado, el PRD, han cuidado celosamente de que sea imposible sacar a Pemex de su condición árabe: exportador de crudo barato. El "cochinito" del PRI, la industria petrolera propiedad del gobierno, nos ha dado la miseria de Bagdad mientras los aguerridos defensores de un Pemex orgullosamente pobre viajan a admirar y disfrutar la riqueza de Texas. Hijo de dinosaurio, dinosaurito.

Infancia es destino

Pero ya no está el PRI en el gobierno. En efecto; pero el presidente Fox cumplió, ampliamente, con todos los terrores que a algunos podía producirnos un gobierno encabezado por el PRD. Las peores pesadillas izquierdizantes y el más barato populismo ha sido la marca de su gobierno. Y para colmo, de acuerdo con Transparencia Internacional (reporte de meses atrás), la corrupción ha aumentado durante el gobierno de Vicente Fox. ¿Porque está integrado por gente más corrupta? No: porque son más ineficientes y el ciudadano, habituado por el PRI al arreglo torcido, busca en los niveles inferiores la solución que le permita salvar su patrimonio o, ya perdido su capital mientras esperaba respuesta de los burócratas, se suma a los índices de limpia–parabrisas.

Los mexicanos fuimos educados, desde la escuela primaria, el cine, la radionovela primero, la telenovela después y la prensa monolítica que distinguieron al régimen priista hasta López Portillo, en creencias casi religiosas. Una de ellas, que los extranjeros están complotados para robarnos, fue la base filosófica de todo discurso de todo candidato de toda elección. Y sobre ella se levantó el pesado edificio del corporativismo priista: esa capacidad de integrar sindicatos, empresas y gobiernos bajo el mando del PRI.

Así nos hicieron creer que los teléfonos, la electricidad, los ferrocarriles y hasta fábricas de masa para tortillas debían ser del gobierno para que fueran nuestras. Esa venerable idea todavía se agazapa en nuestras profundidades cerebrales, como el temor al infierno sembrado por curas vociferantes. Es la misma que ve algún fin perverso tras la intención de invertir en Pemex y levantar plantas petroquímicas donde ahora hay chatarra.

Por supuesto que no toda inversión estatal es un desastre ni toda inversión privada un éxito. La reprivatización de la banca estuvo tan mal hecha que nos cuesta diariamente el barril sin fondo del Fobaproa. Pero estuvo mal hecha, sobre todo, por excesiva intervención del gobierno a la hora de vender, intervención que entorpeció la puja de los mejores y más profesionales postores. Pero, ¿y los teléfonos? Ya nadie recuerda cuando ninguna casa, a veces ni de ricos, tenía teléfono y debía ir uno al estanquillo o farmacia de la esquina para hacer una llamada. Los muy jóvenes ni siquiera lo imaginan. Hoy, mi empleada doméstica no tiene pavimento en su calle (porque lo pone el gobierno), pero tiene teléfono en su casa (porque lo pone Slim y quiere ganar dinero vendiendo sus productos... ¿hace mal?).

Y en cuanto a inversión estatal exitosa tenemos... tenemos... bueno, todo es cosa de ponerse a investigar.

Patético

De un año o dos para acá todo el mundo se puso a decir "patético". Fue un descubrimiento simultáneo, como el de "ominoso" hace unos diez años: ¿Fulano? Es patético. ¿Y qué dijo? Algo patético. Antes Patética era una sonata para piano de Beethoven y una estupenda sinfonía de Chaikosvky, cargada de "pathos". O sea de emoción, pasión, sentimiento de infortunio. Realmente, ya es patético oírlo, ¿ves? También se puso de moda la construcción enrevesada: "Mucho agradecería que me publicaran esta carta...". Si es tan simple "agradecería mucho...".

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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