El síndrome López Obrador

publicado el 09 de junio de 2003 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

El síndrome López Obrador parece haber encontrado en Jalisco tierra fértil. Si el jefe de gobierno del Distrito Federal anuncia a los cuatro vientos que no cumplirá con leyes ni mandatos judiciales cada vez que obstaculizan su carrera, el panista gobernador Francisco Ramírez Acuña le hace dúo al declarar ante la prensa que, sin importarle reglamentos ni leyes, no detendrá la prohibida perforación de pozos para extraer agua, porque "con la sed del pueblo no se juega". No, si el mal ejemplo cunde.

Bajo la lógica de Ramírez Acuña, las autoridades del ramo han prohibido extraer agua cerca de los límites con Guanajuato sólo por joder, para emplear la expresión que hizo famosa el anterior panista en el gobierno estatal. Sólo para causar sed al pueblo.

Al parecer, los panistas no acaban de asuntar que pasaron de la oposición al gobierno, y que los discursos demagógicos y populistas ahora se revierten en su contra como autoridades. Ignoro por qué razón se prohíba perforar esos pozos y ni siquiera es importante saberlo, basta con que un reglamento así lo estipule. En todo caso, si los estudios al respecto están equivocados y la extracción de agua no afectara a terceros o en este caso a municipios de Guanajuato, el reglamento se deroga y sanseacabó. Pero, a la López Obrador, el gobernador de Jalisco (en plena campaña electoral, no lo olvidemos) declara que está dispuesto a ir a la cárcel para perforar sus pozos ilegales y sólo espera que sus amigos le lleven cigarritos. Es infantil.

Pero son tiempos de infantilismo, y ya hubo un sorprendente aliado dispuesto a acompañarlo en la cárcel: el candidato priista, sí, el priista, a alcalde de Zapopan, cuyo nombre no recuerdo, aunque vivo en ese municipio. Extraña solidaridad de autoridades de signo opuesto cuando se trata de hacer lo que les venga en gana, por encima de la legalidad y "por el pueblo"... cuyo voto "casualmente" están pidiendo. Y luego les extraña que con machetes al aire unos vivales puedan pararles la obra de un aeropuerto internacional: la autoridad es la primera en anunciar que pasará sobre la ley a nombre del "pueblo".

La táctica le ha rendido magníficos frutos a López Obrador, aunque en el camino muestre a los mexicanos que la ley no sólo puede, sino debe hacerse a un lado siempre que estorba las intenciones personales. Las enseñanzas de la autoridad, priista, panista o perredista, son las mismas: sólo acata lo que te guste. Al fin y al cabo, ¿no fue la Revolución Mexicana una revuelta contra leyes injustas? Y todo el mundo se siente Zapata, que pidió la renuncia del presidente Madero a los 20 días de gobierno porque no le gustó el vicepresidente triunfador. Y así comenzó "la bola" que costó a México atraso y muerte. Nadie quiere ser menos que Zapata.

Hacienda obliga a mentir

¿Por qué Hacienda nos obliga a mentir? Reparte a los viajeros una muy sensata declaración para el SAT que debe entregarse a los aduaneros. Según especifica, puede uno introducir ropa comprada para uso personal, una cámara fotográfica, otra de video, una computadora, un equipo deportivo, hasta 20 discos, libros, algunos regalos, etcétera. Luego pica uno un botón y el azar decide si abre uno las maletas para demostrar la veracidad de lo declarado.

Pero al llegar al Aeropuerto Internacional de Guadalajara hay un muchacho, por cierto muy amable, que hace a todos los pasajeros la misma pregunta: "¿Trae usted objetos por más de 300 dólares?". Ante la sorpresiva pregunta puede uno responder como lo haría un ciudadano sueco: usted no tiene ningún derecho a hacerme esa pregunta, lo que declaré lo hice por escrito en el formulario del SAT. Puede uno argumentar que en ninguno de los incisos de la declaración oficial ante el SAT hay algo semejante y la pregunta más similar es si trae uno efectivo o instrumentos de crédito por más de 10 mil dólares. Y aclara: traer dinero no es delito; no declararlo, sí.

El riesgo de obrar tan rectamente es que el joven, hasta ese momento amable, responda algo como: tiene usted razón, no tengo derecho a hacerle esa pregunta, pero sí a exigirle que abra su maleta. Y no es que uno la traiga cargada de fayuca, sino que, luego de un vuelo cansado, habrá que buscar la llavecita que siempre se pierde y permitir que los aduaneros revuelvan los calzones bien acomodados. Luego podrán afirmar: estos dos abanicos no son de uso personal, ¿usa usted abanico?; ¿y tantos separadores de páginas? Uno argumentará que son regalos baratos y sobre todo livianos, pero el vista insistirá en que son suficientes para montar un puesto de separadores en el Baratillo... y allí estaremos una, dos horas, negociando: que esta cajita toledana también es para un regalo y no tiene gran valor, pero, no, no conservamos la necesaria factura o nota de venta.

Todo eso cruza por la mente en cuestión de dos segundos y el ciudadano, que iba a responder: si traigo objetos por 300 dólares a usted no le incumbe, piensa una respuesta más amable: sí, verá usted, sólo el pantalón, la camisa y la chamarra que traigo puestos me costaron más de esos 300 dólares, sin considerar lo que traiga en la maleta; pero lo devuelve a su condición de mexicano inerme imaginar el largo alegato durante la segura revisión causada por esa respuesta, la posible confiscación del abanico para la hermana, los aretes para la prima, y esbozando una culpable sonrisa responde con un "n-n-no", desde unos vaqueros Cerruti que costaron la mitad y una camisa Zegna el resto de la cantidad en cuestión.

Así pues, no hay alternativa y la respuesta obligada, el "no" salvador, produce en el joven amable una orden inmediata: pase. Como en país civilizado. Salvo todo lo ya dicho. Y que, una vez más, la propia autoridad, infractora de la ley, nos obliga a una pequeña deshonestidad. Así, ni en 10 años, como dice Fox, ni en 100, seremos como Japón. Es la peor herencia que nos dejó el priismo.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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