Pregúntenle al General Gómez Tagle

publicado el 04 de febrero de 2002 en «La Crónica de hoy»
columna: «la ciencia y la calle»

 

La Suprema Corte de Justicia ordenó a la Procuraduría General de la República (PGR) investigar los hechos ocurridos la tarde del 2 de octubre de 1968, en los que murió un número todavía no precisado de personas y centenares fueron heridas, entre ellas no pocos soldados y hasta algunos miembros del Batallón Olimpia: la agrupación responsable de iniciar la provocación.

El hecho no tiene precedente hasta donde algunos podemos recordar y no puede responderse sino con un aplauso entusiasta. Años atrás, ante una denuncia penal por los mencionados hechos, promovida por ex integrantes del Consejo Nacional de Huelga (CNH), organismo dirigente de aquella movilización estudiantil, la PGR escurrió el bulto con el fácil expediente de la prescripción de los delitos. Ahora la Suprema Corte ordena primero investigar y luego sacar conclusiones.

No cabe duda: los tiempos han cambiado

La investigación. ¿Qué pueden hacer los investigadores de la PGR luego de transcurridos casi 34 años de aquella tarde plomiza y sangrienta?

Se puede hacer mucho todavía. Por supuesto, sería ingenuo esperar el hallazgo de un memorándum con la orden firmada de disparar sobre una multitud inerme. Pero una línea posible es ésta: Las declaraciones de quienes fuimos detenidos esa tarde y, más señaladamente, las de los miembros del Batallón Olimpia heridos, coinciden por entero con los recientes testimonios fotográficos publicados en el semanario Proceso, esto es: que los del Olimpia, vestidos de civil y con un guante blanco en la mano izquierda tomaron por asalto la tribuna del mitin, colocada en el amplio pasillo del tercer piso del edificio Chihuahua, y desde allí dispararon sobre la multitud. Sólo que, inesperadamente para ellos, el Ejército regular, que ya rodeaba la plaza, respondió de inmediato al fuego. El Olimpia sólo se salvó de morir acribillado gracias a que el edificio tiene barandal de concreto.

El Ministerio Público se negó a asentar en mi declaración, ya detenido, y lo mismo hizo a otros compañeros, según confirmamos entre todos al vernos, cualquier referencia al nombre "Batallón Olimpia", a civiles con pelo de corte militar, a guantes blancos en una mano o cualquier otro indicio semejante.

Pero ¿quién se les escapó de tal censura? Nada menos que los heridos del Olimpia. Transportados al Hospital Militar, nadie tomó la precaución de censurar sus declaraciones y así, lo que a nosotros no nos permitieron decir, ellos lo soltaron, con pelos y señales, y quedó en actas. Veamos.

La sopa. Durante años, tan insistente como inútilmente, publiqué desde mi sección en La Jornada las siguientes actas: Acta num. 54832/68 Declara un lesionado. Dijo llamarse Sergio Alejandro Aguilar Lucero, originario de La Paz, Baja California, comisionado en el Batallón Olimpia a cargo del coronel Ernesto Gutiérrez Gómez Tagle, que el 2 de octubre recibió orden de trasladarse a la Unidad Habitacional de Tlatelolco...

Acta num. (igual). Declara el capitán primero de caballería Ernesto Morales Soto, originario de Xicotepec, estado de Puebla. Que está comisionado actualmente en esta ciudad (D.F.) en el Batallón Olimpia al mando del coronel Ernesto Gómez Tagle, con funciones específicas de preservar el orden público durante los Juegos Olímpicos, "que el día de ayer (2 de octubre) fue comisionado, poniendo bajo su mando dos secciones de Caballería compuesto de 65 sesenta y cinco hombres, pertenecientes al 18 y 19 regimiento de Caballería, para que se trasladaran a la Unidad Tlatelolco, yendo todos vestidos de paisanos e identificados como militares por medio de un guante blanco..."

El capitán continúa: "que posteriormente al lanzamiento de una luz de bengala, como señal previamente convenida debería apostarse en ambas puertas e impedir que entrara o saliera persona alguna, que después de lanzada la señal mencionada, empezaron a oírse gran cantidad de disparos que provenían de la parte alta del edificio mencionado así como de los ventanales y dirigidos hacia las personas que se encontraban reunidas (...) que en cumplimiento a las órdenes recibidas, la gente al mando del declarante disparó al aire para dispersar a la gente..."

Esa declaración la pudo haber firmado cualquiera de quienes fuimos testigos, salvo en el eufemismo según el cual dispararon "al aire".

Acta num. (mismo). Declara el sargento segundo Jesús Marino Bautista González. Recibió órdenes de subirse a un camión militar que lo trasladó a Tlatelolco. Al bajar "oyó disparos de arma de fuego que provenían de lo alto de varios edificios, en contra del dicente y de los demás elementos de su unidad...". Los soldados Antonio Vargas Villa y Rafael Martínez Ortega refieren hechos semejantes. El general Hernández Toledo, a cuyo cargo estuvo la operación, sostiene que "conminó a las personas allí reunidas a que se retiraran, pero en vez de hacerlo así dichas personas, abrieron fuego sobre los soldados a su mando".

Todos sabemos ya quiénes abrieron fuego sobre los soldados y sobre los manifestantes. Nos falta saber quién dio la orden.

Las actas de los militares fueron descubiertas por nuestros defensores y sacaron copias de ellas. Así publicamos, todavía desde la cárcel de Lecumberri, un ladrillote en hoja tamaño carta con esos y otros materiales. Se llamó "Los procesos de México 68" y circuló profusamente. Hay ejemplares por todas partes. En el capítulo 12 escribimos entonces: "Estas declaraciones (las de militares heridos) tienen en común dos circunstancias importantes: todos los militares afirman que no pudieron ver a sus agresores y que los disparos procedían de lo alto de un edificio. Lo anterior es absolutamente cierto. Veamos otras dos declaraciones que nos darán la clave de quiénes fueron los provocadores y responsables de la masacre." Y vienen las ya transcritas del capitán Morales Soto y el teniente Aguilar Lucero. Son la clave porque prueban la existencia de los militares en ropa civil y con un guante blanco, la señal de bengala para aprehender a la dirigencia, los disparos (al aire, dicen ellos) que vio el Ejército regular y a los que respondió. Prueban, en suma, la provocación.

Tarea: ¿Quién envió al Olimpia en ropas civiles? ¿Quién olvidó avisar al Ejército que allí habría militares sin uniforme? ¿Quién no previó que el Ejército respondería al fuego y podía acabar con el Olimpia entero? ¿Quién no le dio al Olimpia forma alguna de comunicarse con la tropa regular, de manera que debieron reunirse, tirados en el suelo, para gritar a coro "¡batallón Olimpia, no disparen!" Las órdenes debió recibirlas el comandante del Olimpia, coronel Ernesto Gómez Tagle. ¿Dónde está Gómez Tagle? Ha de ser general.

Con esta pregunta titulé un artículo hará cosa de 15 años. A ver si ahora.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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