Perelló y González de Alba

publicado el 13 de agosto de 2017 en «Milenio Diario»

autor: José Luis Martínez S.

 

La madrugada del 5 de agosto murió Marcelino Perelló, integrante del Consejo Nacional de Huelga del Movimiento Estudiantil de 1968. El cartujo recuerda sus polémicas con Luis González de Alba, quien se suicidó el 2 de octubre de 2016. Los desencuentros entre ambos están ampliamente documentados y muestran dos visiones de una historia con muchos matices.

Representante de la Facultad de Ciencias ante el CNH, Marcelino no estuvo en el mitin del 2 de octubre en Tlatelolco, no estuvo en la cárcel y tampoco en el país a partir del 6 de enero de 1969, cuando huyó por Tijuana a Estados Unidos y luego a Europa. Tampoco estuvo en la Marcha del Silencio, una idea suya, realizada el 13 de septiembre.

En una larga entrevista concedida a Francisco Ortiz Pinchetti en Barcelona, en septiembre de 1978, Perelló rememora la propuesta del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz de negociar con los estudiantes para terminar con las protestas, nombrando como sus representantes a Jorge de la Vega y Andrés Caso; el rector Javier Barrios Sierra se la comentó y él le advirtió la necesidad de consultarlo con el CNH o su Comité Central.

“Sin embargo —dice—, el primero de octubre me entero de que sin que el asunto hubiera sido tratado por el CNH, (Gilberto) Guevara Niebla, (Luis) González de Alba y un cuate de la Esime, (Anselmo) Muñoz, habían ido a casa de Caso y que además lo habían hecho en una actitud agresiva y provocadora: les mentaron la madre a los negociadores presidenciales y llegaron a imponer sus condiciones. Eso era grave, porque nos amarraban toda negociación”.

González de Alba respondió: la reunión con los representantes del gobierno no fue el primero de octubre, sino la mañana del 2, en la casa del rector, y fue autorizada por el CNH en una asamblea en la Facultad de Ciencias, a la cual Perelló no asistió, “porque desde el 18 de septiembre se encontraba en la ‘clandestinidad’. En cuantas ocasiones se había intentado establecer contacto con él, mandaba un mensajero: Que Marcelino no llegaría por no haber suficientes condiciones para su seguridad. ¡Y sus compañeros esperándolo en el mismo sitio al que él no llegaba ‘por razones de seguridad’”.

La “actitud provocadora” señalada por Perelló fue la respuesta de Guevara Niebla a Andrés Caso, “quien se felicitaba de que al fin pudiéramos llegar a un arreglo amistoso”, recuerda González de Alba. Gilberto le dijo “que no estábamos allí para ser amigos, pues ya sabíamos unos y otros a quiénes representábamos”.

Balas de salva

En su conversación con Ortiz Pinchetti, Perelló repite una de sus aseveraciones más polémicas: el 2 de octubre el Ejército disparó con balas de salva, a él se lo dijo un testigo. “Esa fue la tesis más generalizada y esa fue la versión que dimos en la conferencia de prensa del 4 de octubre. Es cierto que yo dije que, en un principio, los soldados habían disparado balas de salva. En un principio. Pero algunos periódicos tergiversaron mis declaraciones y me chingaron”.

González de Alba escribe: la tarde del 2 de octubre, Marcelino se refugió en la casa de Andrés Caso; nadie supo nada de sus conversaciones con el enviado presidencial, pero al salir de allí “anunció al país que en Tlatelolco el Ejército había disparado balas de salva; mismas que no lograron perturbar la tranquila atmósfera en la sala de Andrés Caso, donde Marcelino Perelló, convertido semanas antes en ‘líder’ del CNH gracias a su famosa y carismática silla de ruedas, tomaba café con los representantes de Díaz Ordaz”.

Después del 2 de octubre, Marcelino anduvo de un lado a otro, ocultándose en diferentes domicilios; la policía no le perdía la pista, pero tampoco lo detenía. “Claro —le comenta a Ortiz Pinchetti—, los que estaban en la cárcel no lo entendían. Ni entendían por qué a mí no me apresaban ni a algunos otros. Nos acusaban de traidores, cuando en realidad andábamos a salto de mata, perseguidos, acosados, sin contar siquiera con la comodidad que da la cárcel. Y en esas condiciones tratamos de hacer revivir al movimiento, de organizar asambleas, mítines. Todavía el 14 de diciembre hicimos uno”.

A Sócrates Amado Campos Lemus, considerado el delator del movimiento estudiantil, Marcelino Perelló lo acusó, sin bases, de ser agente de la CIA. Lo reconoce: “Evidentemente, es una cuestión que no puedo probar. Es muy posible que no fuera agente de nadie, como es posible que lo fuera. Ahora que, objetivamente, actuó como un provocador, un arribista y un delator”.

Campos Lemus era mentiroso y cobarde. Por eso, González de Alba escribió en 1978: “La debilidad y la mitomanía explican a Sócrates. Durante 10 años creímos que Marcelino había cometido solo una torpeza garrafal. ‘No es un traidor, es un estúpido’, decían sus más bien intencionados defensores y camaradas desde la ‘comodidad’ de la cárcel, como él dice. Más por lo visto será necesario revisar esa opinión para añadirle la desfachatez”.

En un tono distinto, Marcelino y Luis sostuvieron una nueva polémica, por correo electrónico, sobre el movimiento estudiantil en la revista Letras Libres, en septiembre de 2003. Es una lección de debate intelectual, apasionado, reflexivo, respetuoso. En uno de sus textos escribe Marcelino: “Y fue el amor por la libertad y la justicia el que nos llevó a las calles y a los auditorios. Lo que nosotros entendíamos, quisimos entender, por justicia y libertad. Lo que nosotros dijimos eran la justicia y la libertad. Finalmente, de nuevo, el objeto de amor es siempre dicho, inventado”.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.

 

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